sábado, julio 14, 2007

More than meets the eye


Como un enano, me lo pasé.

No puedo (o no quiero) hacer aquí una disertación ni medianamente crítica sobre “Transformers”. Sobre todo, porque bajo ningún punto de vista podría ser considerada cine “de calidad”. No obstante, no oiréis salir de mi boca (ni leeréis por estos lares) una sola palabra negativa sobre este magnífico y artificioso espectáculo de luz y sonido.

La cuestión con “Transformers” es que no se trata de una película narrativa en el sentido estricto. Hay que saber verla como lo que es: porno.

No salen tetas, diréis. No hay dobles ni triples penetraciones, ni termina con un chorrazo de horchata directo al belfo. Pues no. Pero los códigos del género siguen estando ahí.

Porque, ¿qué es el porno sino una sucesión de escenas incoherentes y totalmente desmadradas en las que no se pretende, ni por asomo, estimular la inteligencia del espectador, ni plantearle profundas cuestiones morales? Gente follando, eso es lo que es. Y las frases que esta gente dice antes, durante y después de follar, son mero relleno para dar una sensación de linealidad.

¿Acaso alguien está viendo una porno y dice: “vaya, esta escena anal desequilibra la dinámica entre los personajes, que resultan de lo más maniqueo”? Va a ser que no.

Y “Transformers”, como buena película porno, es una sucesión de escenas incoherentes y totalmente desmadradas en las que no se pretende estimular la inteligencia del espectador ni plantearle profundas cuestiones morales. Robots dándose de hostias, eso es lo que es. Y las frases que esos robots dicen antes, durante y después de patearse unos a otros su metálico culo, son mero relleno para dar una sensación de linealidad.

Como un mastodóntico videoclip, como una ultra-hormonada intro de videojuego, “Transformers” es un lujo visual que bajo ningún concepto debe afrontarse de forma analítica. Es una oda a la diversión por la diversión. Como volver a tener cuatro años y jugar con tus muñecos en la bañera hasta que se te arrugan los dedos. Como follar por deporte y sin condón con una stripper ataviada con sombrero de cowgirl. Como saltar en un concierto de hardcore cantando a grito pelado una canción de la que no te sabes la letra.

Y aún sabiendo que es polemizar por polemizar, diré que precisamente ésto es lo que debería haber sido “300”, que se quedó a medio camino entre la masturbación audiovisual y el cine con aspiraciones de profundidad, un terreno del que Michael Bay ha sabido, de la mejor manera posible, sustraer a la que es su mejor obra hasta la fecha (aunque viendo su filmografía, muy difícil no lo tenía).

O quizás sea que Optimus Prime nubla totalmente mi objetividad y me devuelve a mi más tierna infancia (ah, la nostalgia: cenagoso terreno para la crítica cinematográfica).

Sea como fuere: ¡alabemos todos a Megatrón!

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