jueves, septiembre 27, 2007

Old rabbits die hard

Siguiendo el consejo de mi sempai Xeo, y hallándome además en la necesidad de probar una serie de técnicas y herramientas digitales de cara a mi próximo proyecto, tomé la decisión de coger un antiguo dibujo mío y darle un lavado de cara.

El elegido fue el Conejo Cazador de Hombres, al cual, pese a ser una puta braga, tengo mucho cariño por haber sido el primer dibujo que coloreé con el ordenador, en mi primer acercamiento al Photoshop (“a long time ago, in a galaxy far, far away”). No hay más que fijarse en el aberrante uso del dedo de emborronar o de los filtros y efectos de iluminación para darse cuenta de que por aquel entonces no tenía ni idea de cómo usar el programa de marras… (vale, eso suena como si ahora fuera el puto “photoshop master”, y es obvio que aún tengo taaaaaanto que aprender…):



Pues bien, respetando en lo posible la composición del original, añadiendo un fondo e intentando alegrar un poco el diseño, aquí tenéis al Ultimate Conejo Cazador de Hombres (para servirles a Murphy y a ustedes), hecho con Photoshop, doce litros de horchata y media discografía de Pink Floyd:

¡Polifónicos!



“It’s time for you to lose your excitemente…”


(“The fragile army”, temazo que da título al último álbum de The Polyphonic Spree, una multitudinaria banda de pop-rock con regustillo al “Sgt. Pepper”. Coros, instrumentación supervitaminizada, composiciones de múltiples capas y buen rollo: ¡delicioso!)

Das Leben Der Anderen

Que no te puedes fiar de los premios es un precepto casi indispensable a la hora de elegir una peli para ver. Los Oscar, particularmente, acumulan en su larga historia tantas injusticias y decisiones bochornosas como la última legislatura de José María Aznar (bueno, casi), pero lo cierto es que gracias a ellos siempre me ha resultado un poco más fácil acercarme a films que, de otro modo, me hubiesen pasado absolutamente inadvertidos.

Es el caso de las películas nominadas al Oscar de habla no inglesa, entre las que en los últimos años se encontraban maravillas como “Las invasiones bárbaras”, “Amelie” o “Amores perros”. Ocurre lo mismo con “La vida de los otros”, cinta alemana que se llevó la estatuilla en la última edición de estos premios y que por fin pude ver, aunque fuera en pantalla de televisión y sin sonido “sensorraun”.


La peli cuenta la historia de un agente de la Stasi (el servicio de espionaje de la Alemania del este) al que le encomiendan la misión de investigar a un famoso escritor de teatro aparentemente fiel al gobierno pero de cuya novia se ha encaprichado un alto cargo político.

A partir de aquí, se desarrolla una trama que combina hábilmente el drama más íntimo con el cine de suspense, todo ello regado con una buena dosis de “recuperación de la memoria histórica”, como se le viene llamando últimamente.

El resultado es brillante. Los actores están soberbios, sobre todo Ulrich Mühe, una especie de Kevin Spacey germano que borda el papel de frío espía movido por la ciega creencia en los dogmas del comunismo. El guión, inteligente y sutil, está lleno de pequeñas anécdotas y acertadas metáforas que explican, mejor que un libro de texto, lo alienante que debió ser vivir en aquella Alemania comunista en la que uno no podía permitirse confiar en nadie. Si a esto le sumamos una hábil dirección y una estupenda puesta en escena, es obvio que nos encontramos ante una gran película.

Altamente recomendable, tanto desde el punto de vista cinematográfico como desde el puramente histórico.

domingo, septiembre 23, 2007

Entrada número 200: un año mirando al abismo

Tal día como hoy, hace exactamente un año y 199 entradas, servidor publicaba esto.

¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Qué he aprendido? ¿Todas esas palabras derramadas han servido para algo? ¿Existe Dios? ¿A dónde vamos al morir? ¿Los hacendados hacen dados? ¿Es cara la cacatúa? ¿Ha visto usted a Mistetas?

Habrá que seguir investigando acerca de éstas y otras preguntas…

Por lo de pronto, bienvenidos al año dos.

Un poco más cerca

Vaya por delante que no sé nada de teatro. Supongo que, como el común de los mortales, puedo decir lo que me gusta y lo que no, teniendo en cuenta si he disfrutado de la obra, si el texto me ha parecido más o menos ingenioso o si me he creído a los actores. Pero en términos de dirección artística, puesta en escena y demás, no tengo ni puta idea.

Aclarado esto, debo decir que ayer me lo pasé en grande viendo la representación del “Closer” de Patrick Marber en el teatro Rosalía de Castro de A Coruña (en la imagen de abajo pone Teatro Lara, pero es que ponte tú a buscar un cartel de la representación de A Coruña en Google).


Ya había visto la estupenda adaptación al cine que hizo Mike Nichols con Jude Law, Natalie Portman, Clive Owen y Julia Roberts, así que además de la experiencia teatral en sí, iba con la inevitable comparativa en mente. Cual fue mi sorpresa al darme cuenta que las sensaciones que una misma obra produce en pantalla grande y en vivo y en directo no son sólo muy diferentes, sino que se enriquecen las unas a las otras en una particular sinergia absolutamente gratificante.

Si el “Closer” cinematográfico era un prodigio de ritmo e intensidad, la obra de teatro se impone en su maravillosa manipulación del espacio y el tiempo (algunas transiciones temporales son de un ingenio desbordante pese a su aparente sencillez) y en las desgarradoras interpretaciones de los actores. De todos ellos, me sorprendió especialmente José Luis García Pérez, que con su voz rota y su pasmosa naturalidad sobre las tablas consiguió subirme el corazón hasta la garganta en más de una ocasión (aunque también es cierto que su personaje, Larry, al que diera vida Clive Owen en el film, es de largo mi favorito y con el que más me identifico). Aún así, los otros tres intérpretes (Belén Rueda, Lidia Navarro y Sergio Mur) también me parecieron magníficos.

Me gustaría poder hablar ahora de lo buen director que es Mariano Barroso, o del estupendo trabajo realizado por maquilladores, escenógrafos y responsables de vestuario, pero, como dije antes, no tendría ni zorra de lo que estaría hablando, y no tengo los bemoles de aspirar a autocoronarme crítico teatral a la primera de cambio.

Así que tan sólo quiero dejar constancia de lo mucho que me ha gustado sentir a Anna, Larry, Dan y Alice un poco más cerca todavía…


(... y sí, corazón, Sergio Mur es un rato guapo, jejeje.)

domingo, septiembre 16, 2007

sábado, septiembre 15, 2007

...quiero seguir jugando...

"Mi vida, fuimos a volar
Con un solo paracaídas,
Uno sólo va a quedar
Volando a la deriva.

Vivir así no es vivir,
Esperando y esperando,
Porque vivir es jugar
Y yo quiero seguir jugando
(...)"


("Paloma" de Andrés Calamaro. Hay días en que, sin previo aviso y sin explicación aparente, una canción irrumpe en tu vida y te pinta en la cara una sonrisa que te dura hasta que te acuestas).

La fibra sensible


Es definitivo, y lo digo con la boca bien grande: Craig Thompson es uno de los mejores autores de comic en activo. Y "Adiós, Chunky Rice" es una puta maravilla, recién publicado por Astiberri en una edición preciosa (palabra muy poco varonil que, no obstante, se inventó para casos como éste). Corran a comprarlo, pero tengan cuidado, no vaya a ser que les abra el pecho y se les meta en el corazón...

Nunca es tarde...

¿Recuerda cuando decidió que se iba a dedicar a crear comics?

Muy tarde. Más o menos con 24 años empecé a enfocar esta posibilidad. Pero no sabía dibujar, necesité mucho tiempo para crear mi estilo y poder vivir de esto.



Lewis Trondheim, uno de los dibujantes de comic con más éxito del mundo, y aunténtico estandarte de la nouvelle BD francesa, en una entrevista hecha a Clubcultura #19. Me quita usted un peso de encima, monsieur Trondheim, ahora que he cumplido los 24 y tampoco vivo de esto...

miércoles, septiembre 12, 2007

Avatar


Si en el MSN os da un buen susto este señor tan guapo, no dudéis en responderle.

Photoshop, un día que merendé albóndigas y horchata.

Gracias, Xeo ;-)

Abecedario personal: H de Historia Interminable, La

El primer recuerdo que tengo en mi vida es éste: estoy sentado en la sala de vídeo del colegio (aquella horrenda prisión infantil conocida como Escuela Hogar San José, que de santa y de hogar tenía más bien poco), con 2 años (entré muy pronto en el colegio, y me hicieron repetir un curso de parvulitos, lo juro) viendo volar a Bastian sobre el lomo de Fújur el dragón de plata, mientras Atreyu galopa, vivo de nuevo tras su fatídico encuentro con la Nada, al tiempo que el Imperio de Fantasía renace gracias a la imaginación de un niño. Suena, de fondo, el tema de Limal que recientemente se ha usado en una excelente campaña de publicidad

Como para no flipar, claro.


Entre los 2 y los 4 años de edad debí ver “La Historia Interminable” unas 50 veces, y no exagero. Junto a “Superman” y la serie de animación de “Transformers”, esa peli conformó mi mundo interior infantil y me marcó para siempre.

No obstante, lo que afianzó mi amor eterno hacia el universo y los personajes de “La Historia Interminable” fue la lectura de la novela de Michael Ende en la que se basaba la película. La leí bastante mayor (creo que en mi último año en la facultad), y me enganchó desde la primera palabra hasta la última. Porque, tratándose de un libro teóricamente infantil, resultó ser una de las mejores novelas que he leído en mi vida, sin restricción alguna de edad o de género literario.

La narración de Ende es pura magia, desde su original planteamiento visual (lo que acontece en nuestro mundo está escrito con tipografía verde, mientras lo que ocurre en el reino de Fantasía está en tinta roja) hasta su milimétricamente calculado juego de metalenguaje, maravillosamente complejo de imaginar pero explicado con una sencillez apabullante… Recuerdo, al respecto, el cosquilleo que por todo el cuerpo me hizo sentir el capítulo en el que se explica por qué el libro se llama “La historia interminable” (y que en la película debieron obviar por resultar imposible de plasmar en celuloide, supongo).

Si los libros de lectura obligatoria en EGB se hubiesen parecido mínimamente a esta “Historia interminable”, a “Momo” (otro estupendo cuento fantástico firmado por Ende) o a “El principito” de Antoine de Saint-Exúpery, tal circunstancia hubiese hecho de mi persona un voraz lector a muy tierna edad (cuando realmente debo admitir, no sin cierto rubor, que descubrí el placer de la lectura bastante mayor, casi acabando el instituto).

Lo que tengo muy claro es que si algún día soy padre (crucemos los dedos porque así sea, y mantengámoslos cruzados un buen rato, no vaya a ser que suceda demasiado pronto…), en el estante más bajo de mi biblioteca siempre habrá a mano un ejemplar de “La historia interminable”, convenientemente dispuesto para tentar a su lectura a mis futuribles retoños.

Pero ésa es otra historia, y deberá ser contada en otro momento…

Payaso sangrante

"...
I lost my reputation crown
Theres nothing o' me but a bleedin' clown
Cos little girl found another boy
And left behind just a broken toy
You're laughin'
You're laughin'
You laugh
And i'm lonely
..."


(“The bleedin’ clown”, uno de mis temas favoritos del nuevo disco de Manu Chao, “La Radiolina”. No es el mejor album del señor Chao, sobre todo porque carece de la unidad de sus anteriores trabajos, pero no deja de ser un disco a tener muy en cuenta, con algunas canciones que ya están entre lo mejor de su repertorio como “13 días”, “Rainin’ in Paradize”, “El kitapena”, “Me llaman calle”, la ultra-pegadiza “El hoyo” o ésta que nos ocupa…)

Live free or die hard...

…o lo que es lo mismo: si vas a hacer una nueva peli de John McClane, más te vale hacerla bien.

El problema de las secuelas es que, salvo excepciones, son innecesarias, responden a criterios puramente mercantiles y, lo peor, no superan a sus predecesoras.

Todo esto es aplicable a “La Jungla 4.0”, último episodio (hasta ahora) de la saga “Die Hard” (tenía un amigo de Philadelphia que se partía el ojete cada vez que le decía que “Die Hard” en español se titulaba “The glass jungle”).

Con una dirección mediocre (el realizador, Len Wiseman, ha sido declarado culpable de crímenes contra la humanidad por su anterior film, “Underworld Evolution”) y unas escenas de acción pasadísimas de rosca (¿un camión contra un caza? ¿y qué más?) que carecen de la clase que supo imprimirles John McTiernan en “Die Hard” (la original) y “Die Hard with a Vengeance”, la película podría haberse salvado de la quema si no fuera porque, si algo se le exige a las pelis de esta saga, es que sean jodidamente divertidas, y en este caso los primeros 60 minutos de metraje son un coñazo plagado de tópicos que ya hemos visto una y mil veces, y generalmente mejor resueltos.

De hecho, y en relación con todo esto del terrorismo informático, amenaza que pone en marcha los acontecimientos del film, mientras la veía tuve una extraña sensación de deja vu referida a “Operación Swordfish” de Dominic Senna que, sin ser un peliculón, era mucho más cool que esta última Jungla… Incluso el malo también se llamaba Gabriel, si no recuerdo mal, y era un John Travolta pasado de vueltas bastante chisposete.

La segunda hora de peli de “La Jungla 4.0” es ligeramente superior, en parte porque hay muchas explosiones, tiros, tacos y hostias, que es de lo que va todo el asunto (pero en ningún caso porque la calidad mejore en el sentido estrictamente cinematográfico).

Una pena. Con el cariño que le tengo a John McClane…

P.D: Ha llegado el momento de sacrificar a Kevin Smith. No para que deje de sufrir él, sino para que dejemos de hacerlo los espectadores… No sólo ha perdido todo el talento que se le suponía como director tras su trilogía de New Jersey y ha dejado bien claro que es un guionista de comics increíblemente sobrevalorado, sino que en esta peli vuelve a demostrar que es uno de los actores más odiosos de Hollywood. Que alguien lo arroje al río con unos zapatos de cemento, por favor…

domingo, septiembre 09, 2007

GZCrea 2007

Ser el menos malo no siempre significa ser el primero. Toque de atención por parte del jurado a los futuros concursantes de GZCrea: lo tenéis aquí y aquí.

Una buena noticia, aunque algo empañada por el hecho de que el jurado no haya considerado mi propuesta merecedora del primer premio. Hay que saber recibir todo tipo de críticas, y está claro que siempre hay que aspirar a hacer mejor las cosas...

Por si alguno tiene curiosidad, cuelgo algunas páginas de mi historieta:




Algún día descubriré cómo colgar imágenes que se puedan ampliar (sin tener que hospedarlas en imageshack o uno de esos sitios, que es un coñazo...). Seguro que es algo tirado de hacer, pero soy un perezoso y paso de investigarlo, jajaja.

Por cierto, como los márgenes son negros, no se distingue el contorno de la página. Echadle imaginación o mejor aún, pasaros por la exposición de ganadores y finalistas que tendrá lugar en Ourense durante el mes de Octubre o compraros el libro que editará la Xunta (en algún momento del 2008, supongo...)

domingo, septiembre 02, 2007

Serie Z mayúscula

Inexplicablemente, el díptico “Grindhouse” (una sesión doble de cine de terror cutre a cargo de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino) se ha estrenado por separado en nuestro país jodiendo el encanto de ver las dos pelis del tirón y privándonos además de la posibilidad de disfrutar de los falsos trailers que se incluían originalmente entre ambos films (en España sólo se ha podido ver el de “Machete”, descacharrante, protagonizado por el mejicano más chungo del mundo, Danny Trejo).

De todos modos, en mi cabezonería friki he decidido reseñarlas juntas, como siempre debieron proyectarse al público.

El primer largo del proyecto “Grindhouse” se titula “Planet Terror” y viene firmado por Rodríguez, que recupera para la ocasión su sentido del humor más bestia y su filia por las escenas de masacre y vísceras, devolviéndonos esa sensación de diversión a chorro (de sangre) que no disfrutábamos desde el que para mí es su mejor film, “Abierto hasta el amanecer”.

Un típico planteamiento de peli de zombies de serie Z sirve de trasfondo para una hiperbólica cinta de acción grotesca que se chotea a gusto de los elementos arquetípicos del cine de terror cutre: el rebelde y críptico héroe de chupa de cuero, los planos totalmente gratuitos de tetas y culos de chicas cañón o los momentos de conspiranoia kitsch (como la impagable explicación final de Bruce Willis).

Todo ello envuelto en un sanísimo sentido del humor (negro) que alcanza su punto álgido en la segunda mitad de la peli, con el rollo de metraje desaparecido, la pierna-metralleta-lanzagranadas de Rose McGowan y, sobre todo, la tronchante escena de la moto de juguete (hacía años que no lloraba de risa en el cine, lo juro).

La cara B del disco, titulada “Death Proof”, es el acercamiento que Tarantino hace a las cintas de acción sobre cuatro ruedas de los 70, y está marcada por todos los tics habituales del director, que en ocasiones se convierten aquí en agotadoras manías de las que mejor hubiera sido prescindir.

Que no se me malinterprete: Quentin Tarantino es uno de los mejores directores de cine en activo (su filmografía anterior así lo manifiesta) y técnicamente “Death Proof” es insuperable. De nuevo tenemos esos larguísimos planos-secuencia donde todo esta milimétricamente planificado pero que se resuelven con una naturalidad prodigiosa, un uso del plano detalle magistral y un montaje de “cágate lorito”. La dirección de actores (y, por consiguiente, los registros interpretativos alcanzados por éstos) es nuevamente brillante y la banda sonora, como no podía ser de otra manera tratándose de nuestro chico de Knoxville, está plagada de temazos que se amoldan como un guante a las imágenes a las que acompañan.

Todo esto daría como resultado una película acojonante sino fuera porque existen dos mitades bien diferenciadas en esta “Death Proof”: una primera llena de las genialidades típicas del amigo Quentin, que termina con la mejor escena de toda la película (y casi seguro de todo el díptico “Grindhouse”); y una segunda en la que se le va muchísimo la olla en el guión, metiendo interminables diálogos de auténtico relleno que, por primera vez en toda su carrera, no tienen ni chispa ni gracia ni mayor finalidad que consumir tiempo de metraje (y de vida del espectador). Juro por Murphy que hubo momentos en que me sentí profundamente aburrido. Y eso, tratándose de Tarantino, autor de obras maestras como “Reservoir Dogs”, “Pulp Fiction” o “Kill Bill”, es sencillamente imperdonable.

Una pena, porque la última escena de la peli es una marcada de paquete como pocas que te deja con ganas de decir “olé sus huevos”.

Pese a todo, habría que ver ambas películas como fueron concebidas originalmente (una justo a continuación de la otra, con los trailers falsos en medio y con el metraje original de “Death Proof”, que en Europa se estrena con escenas inéditas en EE.UU.) para aproximarse a la experiencia que ambos directores tenían en mente.