sábado, febrero 02, 2008

Una falsa piedra filosofal

Definitivamente, no trago a Paulo Coelho.

Conozco a mucha gente que lo admira (incluso, diría, que reverencia sus palabras como si fueran “la verdad”), pero a mí todo su rollo de enseñanzas espirituales y “guerreros de la luz” me puede.
Durante una temporada seguí sus artículos en la decadente revista “El Semanal”, que por mis tierras se vende los domingos con “La Voz de Galicia”, pero el día en que descubrí en su página un flagrante “corta y pega” de un librito de cuentos zen que leí hace tiempo, me pareció increíble que al bueno de Coelho no se le cayera la cara de vergüenza.

Fue, más o menos, por la época en que leí su novela “Once minutos”, que llegó a mis manos no recuerdo bien por qué. Me pareció, nuevamente, una tomadura de pelo plagada de reflexiones pseudo-filosóficas sobre el amor, la prostitución y el orgasmo femenino. Supongo que después de eso juré no prestarle más atención a la producción literaria de este señor que trata de vender una renovación espiritual de baratillo que no chocase con los pilares maestros de la sociedad occidental (ya sabéis, la más espiritual que se recuerde).

Pero estando en Francia, durante esa temporadita en que estuve de Erasmus en Burdeos, descubrí una edición de “El alquimista”, posiblemente su narración más celebrada, ilustrada por mi idolatrado Jean Giraud/Moebius. Mi economía no me permitía disfrutar de la compra del artículo en aquellos momentos, pero se me quedaron las ganas en el cuerpo. Tal vez aquella sí fuera una buena lectura; quizás el éxito posterior había echado a perder a Coelho; y estaba claro que la preciosa edición, plagada de estampas en color paridas por Dios disfrazado de Moebius, sacaba a relucir mi lado consumista/fetichista. Pero ya digo que no la compré.


Mi madre, que se había quedado con la cantinela, me sorprendió este último día de Reyes con la misma edición que yo había conocido en Francia, convenientemente traducida al castellano; y debo añadir que fue un gusto enorme recibirla como regalo (las madres, es lo que tienen).

Pero el libro, una vez leído, me ha devuelto con firmeza a mis primeras impresiones sobre Coelho: es un vendedor de humo profesional con ínfulas metafísicas que desgraciadamente se sabe poseedor del favor de cierta parte del público que lo seguirá con devoción hasta las cotas más insondables de mediocridad, escriba lo que escriba.

Yo, por lo de pronto, abro a veces el libro para mirar los santos. No son, qué duda cabe, el mejor trabajo que ha realizado Moebius en sus muchos años dedicados al dibujo y la ilustración, pero el peor Moebius no tiene nada que envidiar al mejor “muchos otros”. Y es que este señor es muy grande, joder.

2 comentarios:

Arale Norimaki dijo...

Jur jur... recuerdo una breve conversación en Compostela sobre el infumable señor "Conejo"... No podría estar mas de acuerdo con tu juicio, es mas, añadiría que Mr Conejo deberia pagar su expolio e intoxicación de la sabiduría antigua con una vida de trabajos forzados en un monasterio perdido en medio del Gobi, removiendo boñigas de jak. Ale.

Jero Piñeiro dijo...

Yo también recuerdo esa conversación, y también doy mi voto para esa propuesta que incluye ganadería exótica y heces en abundancia...