domingo, febrero 28, 2010

10 cabeceras televisivas absolutamente deliciosas

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9 y (por supuesto) 10.

Dr. Scorsese o cómo aprendí a dejar de prejuzgar y a amar a Leo

Cuando Martin Scorsese estrena una nueva película los auténticos aficionados al cine no tienen excusas para no pasar por taquilla. El hombre es una leyenda viva del Séptimo Arte; no creo que ahí quepa duda. Muchos han argumentado en su contra que sus filmes más recientes (“Gangs of New York”, “El aviador”, “Infltrados”) no están a la altura de dicha leyenda. Que son obras de un cineasta acomodado en el éxito, más pendiente del acabado visual que del pulso narrativo, más interesado en subrayar lo buen director que es que en hacer, simplemente, buenas películas. Como yo nunca he sido consciente de esta supuesta involución artística (¿acaso es “Gangs of New York” peor que “El cabo del miedo” o “Infiltrados” inferior a “La Edad de la Inocencia”?), el estreno de “Shutter Island” suponía un nuevo motivo de felicidad cinéfila, incluso asumiendo que a ningún realizador se le puede exigir que todas sus películas sean Taxi Drivers o Toros Salvajes.


También se acusa a Scorsese de no haber encontrado el merecido relevo a su otrora actor fetiche Robert De Niro. Ahí no puedo estar más en desacuerdo: si en el pasado dudé de las posibilidades interpretativas de aquel yogurín eternamente adolescente llamado Leonardo DiCaprio, a medida que las colaboraciones entre director y actor se iban acumulando mi respeto por el protagonista de “Titanic” ha ido creciendo en progresión geométrica. Al igual que en “El aviador” y en “Infiltrados”, DiCaprio da lo mejor de sí en “Shutter Island” y se confirma como uno de los intérpretes más destacados de su generación. Ponerlo a la altura de De Niro es algo que aún está por ver (Bobby fue el number one durante más de dos décadas, las que van de “El Padrino II” a “Heat”), pero no se me ocurre ningún motivo por el que Marty no deba estar orgulloso de su buena sintonía con el novio de la Rafaeli.


El argumento de “Shutter Island”, basado en la novela homónima del escritor Dennis Lehane (el mismo al que Clint Eastwood adaptó en “Mystic River” y Ben Affleck en “Adiós, pequeña, adiós”), se centra en la figura del agente federal Teddy Daniels (el personaje de DiCaprio), encargado junto a su nuevo compañero Chuck Aule (Mark Ruffalo) de investigar la misteriosa desaparición de una peligrosa reclusa en el hospital psiquiátrico de Ashecliffe, centro penitenciario para criminales perturbados ubicado en la isla que da nombre al film. Desde el mismo instante en que baje del ferry y ponga un pie en tierra, Daniels comenzará a sospechar que el personal del manicomio, desde los inquietantes jefes de psiquiatría (encarnados por dos pesos pesados de la interpretación, Ben Kingsley y Max Von Sydow) hasta la última enfermera o alguacil, oculta más secretos de los que pudiera imaginarse.


Con sólo cinco minutos de metraje (esa ominosa y turbadora llegada de los investigadores a Shutter Island), uno comprende perfectamente que la intención de Scorsese ha sido realizar un ejercicio genérico que homenajee al cine clásico de supense. Como no soy un gran conocedor de la filmografía de Jacques Tourneur (ignorante que es uno) a la que aquí Scorsese parece confesar auténtica devoción (según señala la práctica totalidad de la crítica especializada), me conformaré con señalar que durante el visionado de la película me fue imposible no rememorar películas como “Recuerda” o “Vertigo”, dirigidas por aquel Alfred Hitchcock fascinado por el psicoanálisis y los mecanismos de la mente humana. No me cabe ninguna duda de que el mago del suspense hubiese cagado patatillas de haber vivido para ver “Shutter Island”. No obstante, el trasfondo hitchockiano aparece aquí envuelto por una sensibilidad cercana al cine de terror, con un acabado visual tan feroz y de atmósfera malsana como el que impregnaba “El resplandor” de Stanley Kubrick.


Pero si hay algo que realmente destaca en esta “Shutter Island” es lo bien articulados que están todos los mecanismos narrativos que el cine dispone a la hora de contar una historia. Técnicamente, la película es una perfecta máquina cinematográfica compuesta por piezas pulidas y engrasadas: la inquietante banda sonora, la poderosa puesta en escena, el ritmo trepidante (dos horas y media que se pasan en un suspiro), el inteligentísimo montaje (esos fugaces flashbacks como chispazos de terror que se cuelan entre plano y plano) y, claro está, la soberbia planificación visual que ya es seña de identidad del cine de Scorsese (me quito el sombrero ante ese sencillo pero contundente travelling que culmina la escena de Dachau) se entrelazan como un todo fílmico, una confluencia de mensajes que se apoyan unos a otros para orientar la película en una misma dirección.


Por ello no dudo ni un segundo en perdonarle a “Shutter Island” su predictibilidad (servidor se la veía venir desde los primeros compases de metraje) y su tendencia hacia lo excesivo. A la larga estos factores no empañan un resultado final que roza el sobresaliente y que hace gala de una total coherencia argumental, plagada de detalles a priori imperceptibles que seguramente se disfruten mucho más en un imprescindible segundo visionado.


Se trata, en resumidas cuentas, de una película sumamente entretenida, fantásticamente interpretada, visualmente potentísima y narrativamente impecable, que crece en el recuerdo y que está culminada por un epílogo absolutamente memorable (¡qué última línea de diálogo, por dios!).

Un peliculón, vamos.

martes, febrero 23, 2010

Las edades del comiquero

Yo estoy en la "edad adulta racional" (curiosamente, pasé la "edad adulta pero con trabajo" gracias al sueldo de mi hermano, jajajaja). Un texto tan cierto como divertido.

La fábrica de hielo del olvido

“Es hora de hablar
De la quimera de otra vida,
De lo que no supimos expresar,
Del trapecio que ante la nada oscila,
De tragedias y triunfos que duran un segundo,
De alterar el destino
Y de la fábrica de hielo del olvido.

(…)

Es hora de hablar
De la culpa y la madre del castigo,
De hacerse viejo entre tus enemigos,
Del lento proceso de derrumbe
Y que nunca hablamos de lo que hay que hablar,
De secuencias de presagios que se cumplen
Y que quiero hacer muchas cosas por ti,
Las más posibles”


[Tras el tibio “Hellville de Luxe”, Bunbury no ha tardado mucho en publicar nuevo material (y eso que la fecha de lanzamiento de este nuevo trabajo se aplazó cuatro meses): “Las consecuencias” es el sexto disco de estudio en solitario del maño y, con toda probabilidad, lo más interesante que ha parido el músico de bizarra vocalización en el último lustro (la reunión de los Héroes del Silencio no cuenta, claro). Sin ser su mejor trabajo, “Las consecuencias” presenta nueve temas de su autoría y una versión del tema de Jeannette “Frente a frente” que le da mil vueltas al original (la “bunburyzación” ha sido de lo más satisfactoria). Advertía el propio Enrique que éste sería su disco más oscuro y lento y no engañaba. No encontramos aquí ningún tema especialmente radiable a lo “Lady blue” ni uno de esos ritmos contagiosos que le meten a uno una inyección de buen rollo en el cuerpo como pudieran ser “Sí” o “La señorita hermafrodita”, sino que en esta ocasión Bunbury se pone más profundo que nunca para firmar canciones de corte intimista que van de lo simplemente interesante a lo deslumbrante, como en el caso de “Ella me dijo que no”, “De todo el mundo” o “Es hora de hablar” (a la que pertenecen los versos de ahí arriba). En general, “Las consecuencias” me parece un disco más sólido que el precedente, elegantemente producido (los arreglos instrumentales son magníficos) y al que quizás sólo le falte algún pelotazo cañero para conseguir despertar esa fascinación que me produjeron en su día discos como “Flamingos” o “El viaje a ninguna parte”. Con todo, se trata de un nuevo tanto a favor del aragonés errante y eso siempre es motivo de celebración. Ahora, a esperar las fechas del directo.]

¿Qué tiene que ver el dibujante de tebeos e ilustrador Javier Botet...


...con la niña Medeiros de "[Rec]"?


Pues que el dibujante de tebeos e ilustrador Javier Botet ES la niña Medeiros de "[REC]". Quién lo hubiera imaginado…

Lecturas pijameras

En las últimas semanas han concluido en nuestro país tres de los pocos tebeos de grapa que servidor aún coleccionaba (cada día son menos porque el nivel de calidad está en mínimos históricos). Se trata de dos series de Marvel (concretamente las etapas de Ed Brubaker y Michael Lark al frente de “Daredevil” y de Mark Millar y Bryan Hitch en la cabecera “Fantastic Four”) y una miniserie de DC, la saga central del crossover “Crisis Final”, debida a Grant Morrison y varios dibujantes.


En primer lugar nos encontramos, pues, con los 38 números que Ed Brubaker guionizó para la serie “Daredevil” tomando el relevo de manos de Brian Michael Bendis, quien había firmado una etapa excelente en compañía del dibujante Alex Maalev. Retomando el argumento justo donde Bendis lo dejó en su sorprendente final de temporada, Brubaker comienza subiendo aún más el listón con una saga titulada “El diablo en la galería D” en la que las cosas parecen ponerse especialmente difíciles para Matt Murdock, alter ego del vigilante de Hell’s Kitchen. Además, el estreno de Lark a los lápices conlleva también un incremento del nivel artístico (ya bastante elevado con Maalev, pese a su tendencia a la repetición de viñetas y fondos), logrando que este primer arco argumental figure entre los mejores que ha protagonizado el diablo rojo a lo largo de sus más de cuarenta años de andadura editorial.


Desgraciadamente, a partir de ahí la serie va perdiendo fuelle de forma progresiva y, si bien nunca llega a caer en la más absoluta mediocridad (Brubaker es un escritor con mucho oficio y Lark mantiene una calidad visual constante), lo cierto es que las tramas se diluyen poco a poco hasta llegar a un final que, pese a que no deja de ser sorprendente (sobre todo por el nuevo status quo en que ubica al personaje), no termina de ser todo lo emocionante que debiera. Persiste, además, la sensación de que todo cambia para que vuelva a ser lo mismo (la dinámica habitual en Marvel, por otro lado), y que Brubaker se ha encargado de deshacer los cambios introducidos por Bendis del mismo modo en que el próximo guionista (Andy Diggle) deberá meter de nuevo en la botella al genio liberado por Brubaker, y así ad nauseam.


Desde luego, al “Daredevil” de Brubaker y Lark le conviene enormemente la lectura en tomos recopilatorios, siendo esta recientemente concluida edición en cuadernillos grapados una experiencia en ocasiones frustrante, pues la narración apenas avanza mes a mes. Y eso no es un defecto de edición sino un pecado de guionista, pues un autor de tebeos ha de saber manejar el formato en que su obra va a ser publicada. Resulta especialmente sorprendente en el caso que nos ocupa, teniendo en cuenta el partido que Brubaker le sacó a las 24 páginas en la que hasta ahora me parece su mejor obra, “Sleeper”. Atribuyámosle pues el error a las presiones editoriales y corramos un tupido velo, pues desgraciadamente su “Daredevil” tampoco se merece muchos más miramientos.


Algunos más de los que podrían concedérsele, por otro lado, a los 16 números que componen la muy publicitada etapa de Mark Millar y Bryan Hitch al frente de “Fantastic Four”. Integrada en el microcosmos del que también forman parte “1985” y “El viejo Logan” (ambos guionizados por Millar y con los cuales tiene vínculos a nivel argumental), la enésima encarnación de la primera familia marvelita prometía emociones fuertes y se ha quedado en agua de borrajas.


Por un lado, Millar se limita a coger sus conceptos habituales y a plasmarlos con una falta de entusiasmo que hasta ahora permanecía inédita en el guionista de “The Authority”, “The Ultimates” o “Superman: Red Son”. Ni siquiera sus habituales tics de enfant terrible (esos diálogos con el molómetro a diez mil revoluciones) pueden salvar un andamiaje argumental débil y caprichoso, sazonado con manidas referencias a Lovecraft, apocalipsis ecológicos y super-villanos con poderes que desafían la lógica espacio-temporal elevados al cubo. Vamos, lo de siempre cuando se trata del escocés.


Hitch, por su parte, parece empeñado en cumplir por primera vez con las fechas de entrega reduciendo drásticamente la calidad en los acabados de cada página. No es descabellado afirmar que estos “Fantastic Four” contienen algunas de las peores viñetas que el artista inglés ha dibujado jamás, evidenciando más que nunca lo mucho que necesita apoyarse en referentes fotográficos para resolver la anatomía humana. Demasiados Johnny Storm paticortos para mi gusto, en resumidas cuentas.


Curiosamente, ambos “autores hot” abandonan el barco justo antes el último número, dejando que sean el guionista Joe Ahearne (según lo establecido por Millar) y Stuart Immonen (que imita estupendamente el estilo de Hitch, pese a que cuando lo dejan a su aire es incluso mejor dibujante) quienes resuelvan la papeleta. Lo triste es que no se percibe diferencia alguna, siendo este último número tan olvidable como los 15 anteriores (aunque debo reconocer que la saga “La muerte de la Mujer Invisible” me pareció la mar de entretenida).


El tercer título a reseñar en esta entrada es, como advertía al principio, la tan cacareada “Crisis Final” pergeñada por Grant Morrison, uno de los mejores guionistas actuales de super-héroes y posiblemente el escritor de comics que concibe más ideas por segundo. Morrison, a quien alababa hace poco por su buen hacer en la serie del sello Vertigo “Los Invisibles”, culmina en “Crisis Final” una línea argumental gestada a lo largo de los últimos años en distintas publicaciones a su cargo (“JLA”, “Los Siete Soldados de la Victoria”) y que se centra, básicamente, en el final del Cuarto Mundo ideado en los años 70 por Jack Kirby y el inicio de un Quinto Mundo plagado de interrogantes.


Publicada en nuestro país como una carísima miniserie de 8 números (que incluyen los 7 episodios originales, 3 tie-ins que van de lo fecal a lo intrascendente y los 2 números de “Superman Beyond 3-D”, absolutamente imprescindibles para la comprensión del argumento), “Crisis Final” comienza de forma inmejorable con unos tres primeros números entretenidísimos, plagados de conceptos estimulantes, muertes y resurrecciones de infarto, diálogos para el recuerdo y un excelente dibujo de J.G. Jones (portadista de “52” y encargado de las labores gráficas en esa divertida macarrada titulada “Wanted”), capaz de otorgar al relato el tono épico que hasta entonces se merece.


Los primeros titubeos comienzan a manifestarse bajo la forma de un incómodo baile de dibujantes, que ahora incluye a un esforzado Carlos Pacheco que permita a Jones cumplir con las fechas de entrega, para que finalmente ambos sean sustituidos por Doug Mahnke, cuyo estilo, pese a parecerme idóneo para otras obras (su “Frankenstein” en “Los Siete Soldados de la Victoria” era espectacular), no transmite lo mismo que el del ya ausente Jones.


Esto no sería algo especialmente grave si no fuera porque al mismo tiempo que el acabado visual del tebeo se vuelve inconsistente, al ya de por sí enrevesado guión de Morrison parece ocurrirle otro tanto de lo mismo. Es algo más o menos habitual en el escocés lisérgico: sus pajas mentales más excesivas casan a la perfección con el espíritu del sello Vertigo pero chocan frontalmente con la contención que uno podría esperarse de una historia tan profundamente enraizada en la continuidad oficial. El mejor ejemplo de lo que Morrison es capaz de hacer cuando sabe atarse a sí mismo en corto es su sobresaliente “All-Star Superman”. Uno de los peores, me temo, los dos números que conforman “Superman Beyond 3-D” y la atropellada conclusión de “Crisis Final”, que pierde el foco en el Cuarto Mundo (con lo que me estaba gustando su visión de Darkseid y la Anti-Vida) para empantanarse en los cerros del Multiverso, los Monitores y esa tendencia algo enfermiza hacia el metalenguaje que parece impregnar todos sus delirios de grandeza (y que a veces funciona genial pero que aquí nanai de la China). El resultado final, por consiguiente, sólo puede describirse como decepcionante (al menos en mi nada modesta pero siempre discutible opinión).


“Crisis Final” era un tebeo que prometía mucho. Si nos fiásemos de sus primeros números, incluso podríamos habernos ilusionado imaginando que sería el crossover más interesante de… ¡demonios, toda la historia del Universo DC!, pero su conclusión reduce cualquier posibilidad de trascendencia a la nada. Será, supongo, importante de cara a los próximos acontecimientos que tengan lugar dentro de la continuidad, pero como lectura en viñetas (más allá de géneros y organigramas editoriales) se queda en un vistoso trabalenguas.

jueves, febrero 18, 2010

Retroalimentación bloguera

Siendo (como es) que no voy a actualizar el blog en unos días (me marcho esta noche a Galicia a reencontrarme con "ríos, fontes e regatos pequenos") y que no piso un cine desde que fui a ver "En tierra hostil", aprovecho la circunstancia de que mañana se estrena por fin (¡por fin!) en las salas de nuestro país la estupenda película de Todd Haynes "I'm not there" para rescatar del olvido la breve reseña que escribí sobre ella hace un tiempo. Por mi parte, recomendadísima.


También se estrena este fin de semana lo nuevo de Scorsese, lo sé, pero para eso habrá que esperar unos días...

miércoles, febrero 17, 2010

Un poco de adrenalina

“Did you come here to kill or did you come here to die?
And did we really think that spaceships would descend from the sky?

Bending light and beaming forth across space-time
To see us scared in the reflection of their oil black eyes?
And stalk us like a predator
Like our movies imply?

They're not the ones who come to kill us,
Come to fill us full of lead
They're not the ones who hate us
And they are not the ones who mutilate our animals
Or travel through the stars; they're not the ones who cause us harm

We are
We are, we are, we are
We are still-life and cold blooded
(…)”


[La verdad es que en las últimas semanas, desde un punto de vista musical, el Abismo ha estado sumido en una clara pendiente blandenguero-mariconera hacia la música lenta, romántica y emotiva. Para compensarlo, hoy vamos a paliar esa pedorreta emocional inyectando un poco de nervio y adrenalina con la música de (los recién descubiertos por mí) Protest the Hero, una banda canadiense de metal progresivo que ha firmado dos álbumes hasta la fecha: el debut “Kezia” y este “Fortress” cuyo tema “Sequoia Throne” pone sus versos al servicio de la entrada que nos ocupa. A mí me han entrado muy rápidamente por la oreja con este segundo disco, de ritmo frenético y ejecutado con una técnica brillante (los guitarristas son unos exhibicionistas de cuidado). Incluso las particulares modulaciones vocales del cantante Rody Walker, con un registro que va de Cedric Bixler Zavala a Corey Taylor pasando por Marylin Manson sin despeinarse, me han gustado desde un buen principio. Y además resulta que los tipos tienen sentido del humor y todo.]

El infierno, el silencio


Buenas noticias: me entero gracias a Entrecomics (¿he dicho ya que es un blog de lectura obligada para cualquier amante de los tebeos?) que Dargaud ha anunciado para el segundo semestre de 2010 el cuarto álbum de "Blacksad", titulado "L'Enfer, le silence". Si sigue la dinámica de calidad en ascenso de los tres álbumes anteriores, puede ser uno de los tebeos del año. Ésa de ahí arriba es la primera imagen que se hace pública y permite comprobar, por si alguien lo dudaba, que Juanjo Guarnido sigue siendo el puto amo.

lunes, febrero 15, 2010

¿Os habíais fijado en que...


(El cual, por cierto, publica nuevo álbum hoy mismo: "Las consecuencias".)

"...Caligaaaaaari..."


El siempre genial Dave McKean pasa por su particular prisma pictórico unos cuantos clásicos del cine. Sobre estas líneas, su versión de "El gabinete del Dr. Caligari", película con mucha chicha (tanto cinematográfica como nostálgica) para un servidor y algunos de sus amigos ;) Pinchando en la imagen accederéis a la galería con el resto de sus homenajes cinéfilos. La noticia, por cierto, viene del indispensable blog Entrecomics.

domingo, febrero 14, 2010

Deseando que llegue el buen tiempo

Dear daddy Dexter

Supongo que ya conocéis a Dexter Morgan. Vecino ejemplar, ciudadano modelo, forense de día y ¡ups! asesino en serie de noche. Su vida ha dado para mucho últimamente. Tres temporadas memorables, ni más ni menos, a las que a finales del año pasado se les sumó una cuarta que… En fin, esto habrá que matizarlo.


Hace unas horas terminé de ver el duodécimo episodio de la cuarta temporada de “Dexter”, titulado “The getaway”. Al contrario que en las tres ocasiones anteriores (cada vez que terminaba de visionar cada una de las temporadas precedentes), hoy me he sentido vacío. Todo sigue ahí: los diálogos inteligentes plagados de malentendidos y dobles interpretaciones, las rocambolescas situaciones de tensión homicida, el ritmo frenético, la depurada técnica de nivel cinematográfico y los personajes inolvidables (a los que en estos episodios se suma, entre otra novedades del reparto, un nuevo asesino en serie interpretado magistralmente por John Lithgow). En efecto, “Dexter” sigue siendo una de las mejores series de televisión del momento y, aún diría más, de todos los momentos. Con el tiempo, no me cabe la menor duda, será un clásico de la historia de la televisión.


Peeeeero... esta cuarta temporada me ha dejado algo frío. O quizás la palabra sea indiferente. Después de cinco episodios iniciales estupendos, el tramo central (los capítulos 6 al 9) sufrió un acusado bajón de intensidad y, pese a lo fuerte que el argumento pisa el acelerador en los compases finales (sobre todo en los dos últimos episodios), el conjunto me parece más deslavazado e inconsistente que en anteriores entregas (y eso que “Dexter” no es precisamente una serie que uno pueda afrontar sin cierta suspensión de la incredulidad). Las tramas secundarias son más secundarias e irrelevantes que nunca (todo lo concerniente a Batista y Laguerta huele a relleno), los vínculos entre personajes resultan también más forzados (ahí tenemos a Christine Hill, metida con calzador pese a lo rebuena que está la actriz que la interpreta, Courtney Ford) y las decisiones que los protagonistas toman parecen responder cada vez más a la necesidad de los guionistas de ir abriendo huecos para que fluya el argumento en vez de surgir como consecuencia de las personalidades de los implicados (salvo en el caso de Debra Morgan, impecablemente escrita e interpretada en esta temporada).


Lo peor, me temo, es que hayan tenido entre manos un final tan acojonante y lo hayan desarrollado a medio gas, de forma quizás tosca o apresurada. Podría haber sido el “we have to go back” de “Dexter” y se ha quedado en una season finale más. O igual la culpa es del boludo de Hernán Casciari, que tuvo los santos bemoles de spoilearme los últimos minutos en este desafortunado artículo (que recomiendo no mirar ni por el rabillo del ojo si es que tienes pensado ver esta temporada de “Dexter”). Ojalá tengas ladillas salvajes, Casciari, de las que piquen un infierno y sean difíciles de tratar. Y que sepas que has perdido un lector y un enlace en la columna de la derecha (que es, más o menos, todo lo que un servidor puede hacer para castigar tu poca consideración hacia tus lectores).


¿Quiere decir esto que la última temporada de “Dexter” no me ha gustado? Demonios, no. Sigue siendo una serie cinco estrellas, de eso no cabe duda. Pero también lo es “Lost” y tuvo una quinta bastante mejorable. La cuarta de “Six feet under” fue ligeramente inferior a las demás y hasta la quinta de “Los Soprano” (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, la mejor serie de tv que he tenido la oportunidad de catar) parecía estar un (pequeñísimo) peldaño por debajo del conjunto. Es el peaje que se paga en una obra de tan largo recorrido. Es, de un modo u otro, inevitable.

Por supuesto, “Dexter” volverá en el último trimestre de 2010 con una nueva temporada (y un nuevo status quo para el personaje, como ya viene siendo la norma) a la que habrá que estar ojo avizor porque, pese a la irregularidad, su nota media sigue siendo, sin ningún género de dudas, el sobresaliente.

viernes, febrero 12, 2010

Não sei parar de te olhar

“(…)
É isso aí
Há quem acredita em milagres
Há quem cometa maldades
Há quem não saiba
dizer a verdade
É isso aí
Um vendedor de flores
Ensina seus filhos
A escolher seus amores
E eu não sei parar
de te olhar
Não sei parar de te olhar
Não vou parar de te olhar
Eu não me canso de olhar
Não vou parar
De te olhar”


[Esto es “É isso aí”, la magnífica versión que Ana Carolina y Seu Jorge (cómo me gusta este fulano) hicieron del ya de por sí increíble “The blower’s daughter” de Damien Rice (y que tanto juego había dado como banda sonora de la película “Closer”). Se encuentra en su disco en directo “Ao vivo”, que incluye otros temas estupendos como “Comparsas”, “Chatterton” o “Garganta” (no he encontrado ningún vídeo del directo, así que os conformáis con la versión de estudio, mucho más lenta y bastante más sosa).]

"Paquidermos y exploradores polares" o "Un buen año para el comic en España"

Aunque aún me faltan por leer unos cuantos títulos muy sonados de la temporada pasada (tengo en mi casa de Galicia el “Génesis” de Robert Crumb, “Ombligo sin fondo” de Dash Shaw y el “Pinocchio” de Winshluss aguardando desde el día de Reyes a que el próximo fin de semana me pase por aquellos lares y me los traiga a Madrid para darles feliz lectura), lo cierto es que no recuerdo un año tan prolífico en grandes tebeos dentro del mercado español como el 2009. Incluso el mainstream USA tuvo su ración de posteridad con “All-Star Superman”, “Scalped” y “Los muertos vivientes” (de la cual hace tan sólo unos días salió un tomo nuevo y el amigo Furilo ya se ha puesto al día con el asunto).

Siguiendo con esa tónica de “¡qué de puta madre!”, hoy doy cuenta de otras dos lecturas recientes (aunque publicadas en 2009) que me han dejado un inmejorable sabor de boca.


Por un lado tenemos el “Paquidermo” de Frederik Peeters, en el que mi suizo favorito cambia de género y de registro pero mantiene todas las virtudes que lo han convertido en uno de los grandes nombres del comic mundial actual (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión).

Poco puedo contar del argumento de “Paquidermo” sin desvelar las claves de esta peculiar narración, así que me conformo con afirmar que aquí tenemos una de esas historias semi-oníricas y bastante alucinadas que entroncan con la obra de ese director de cine que ya es un género en sí mismo y que responde al nombre de David Lynch. Eso, y que la cadena de acontecimientos que arrastrarán a la protagonista a lo largo de la obra comienza con un elefante (el paquidermo del título) que agoniza tendido sobre una carretera, provocando un atasco de tráfico. A partir de ahí, el delirio (pero un delirio justificado y bastante autocontenido, dentro de cierto orden de cosas).


Como viene siendo habitual, el dibujo y la capacidad narrativa de Peeters logran conferirle al relato ritmo, fluidez, carisma, expresividad y un acabado estético delicioso. Sumado a lo sugerente de la propuesta argumental, el resultado es otro gran tebeo del suizo que, si bien no llega a la altura de sus mejores trabajos (“Píldoras azules” y “Lupus” son “demasiao pal body”), se revela como un imprescindible más de la cosecha de 2009.


Igual de imprescindible resulta el “George Sprott (1894-1975)” del canadiense Seth.

Siendo el primer tebeo que leo de dicho autor (cosa que remediaré en breve: “La vida es buena si no te rindes” y “Ventiladores Clyde” ya están en mi lista de futuribles), no tenía muy claro qué iba a encontrarme en esta autodenominada “novella gráfica” (sí, con dos l’s y en cursiva) que me agencié orientado por las buenas críticas recibidas en prácticamente todos los medios dedicados al comic que conozco.


“George Sprott (1894-1975)” es, ante todo, una obra ambiciosa. Tomando como referente el sublime y pluscuamperfecto “Jimmy Corrigan: el chico más listo del mundo” de Chris Ware (tanto en la parte gráfica como en el uso de ciertos recursos narrativos), Seth se plantea el reto de reflexionar acerca de la vida y la muerte (así, a lo bestia, como si no hubiera conceptos más fáciles de abordar) a partir de las andanzas del George Sprott del título, un famosillo de televisión que durante años dirigió y presentó un programa en el que narraba sus viajes por el ártico canadiense. Tal y como reza el título, Sprott nace en 1894 y muere en 1975, datos que sabemos desde un buen principio y que, precisamente por conocerlos de antemano, juegan a favor de la estructura narrativa del relato.


Empleando sabiamente una combinación de líneas temporales fragmentadas con entrevistas realizadas a conocidos de Sprott y declaraciones descontextualizadas (a modo de máximas vitales) del propio personaje principal, Seth establece una visión integral, no ligada al tiempo y el espacio, de la vida del presentador y aventurero, convirtiéndonos en una suerte de espectadores semi-omniscientes a los que se nos priva, curiosamente, de una perspectiva fundamental: la del propio finado. El narrador, a través de los cartuchos de texto, explica que no posee todas las claves acerca de la vida de Sprott y que en ciertos momentos no puede más que hacer suposiciones; suposiciones que se trasladan al lector, quien deberá rellenar los huecos, sobre todo los relativos a los sentimientos del personaje, con su propia interpretación de los hechos.


Es este intrincado armazón narrativo (que sorprendentemente se deja leer con una agilidad y facilidad de asimilación pasmosas) el más importante valor del tebeo, más allá de las vivencias del personaje, que se revelan hasta cierto punto intrascendentes ante cuestiones supraterrenales como las que la obra presenta como telón de fondo. Ésa es, claro, la intención de Seth: la vida de George Sprott no pretende se ejemplar ni especialmente remarcable. No es una buena persona ni tampoco un hijo de puta integral, ni ha hecho nada digno de perdurar en la memoria de la humanidad. Es, simplemente, alguien destinado a ser olvidado cuando todos aquellos que lo conocieron hayan desaparecido. Un poco, en fin, como cualquiera de nosotros.


“George Sprott (1894-1975)” es un tebeo magnífico, algo frío y profundamente técnico, capaz de suscitar grandes preguntas y, afortunadamente, libre de la pretenciosidad de darles una respuesta.

"En tierra hostil": un misterio cinematográfico

Cuando repaso “En tierra hostil”, el sleeper de Kathryn Bigelow que tanto está dando que hablar en la carrera de premios anual que culminará en marzo en la ceremonia de los Oscar, sólo me vienen a la cabeza cosas positivas.


Esta historia de artificieros del ejército estadounidense que se juegan la vida cada día desactivando explosivos en el Irak post-Hussein tiene interpretaciones notables (Jeremy Renner y Anthony Mackie están estupendos), un guión sólido (y totalmente libre de juicios morales), un acabado visual de impresión y, sobre todo, un ritmo trepidante, arrollador, más cercano al thriller o al cine de terror que a las convenciones del género bélico.


Ésa es otra virtud más de entre las muchas que atesora “En tierra hostil”: cuando ya parecía que el cine de guerra estaba condenado a una espiral de auto-homenajes y repetición constante de esquemas, el film de Bigelow se presenta como una película bélica que no recuerda a ninguna otra película bélica. No hay ecos de “Platoon” ni de “Apocalypse now” ni de “La chaqueta metálica” ni de “Salvar al soldado Ryan” ni de “Black Hawk derribado”. “En tierra hostil” sólo se parece a “En tierra hostil” (aunque claro, yo no he visto todas las pelis de guerra de la historia del cine y perfectamente podría estar equivocado).


Más cosas buenas: la película está hecha con humildad. No me refiero a escasez de medios técnicos, sino a la clase de humildad que emana de las cintas que no pretenden ser más de lo que son. Observando cada año las producciones que compiten en la mentada carrera de premios del cine norteamericano, uno puede fácilmente detectar esas películas que han sido escritas, dirigidas, interpretadas y convenientemente estrenadas (por fechas y promoción) con el fin de amontonar Globos de Oro y Oscars. “En tierra hostil” es todo lo contrario. Técnicamente es una película de 2008 que no se estrenó hasta hace poco en EE.UU. porque no parecía una apuesta comercial segura. Kathryn Bigelow se había convertido con sus films anteriores en eso que los distribuidores y productores del mundillo llaman “box office poison” y ya nadie daba un duro por ella (curiosamente a mí su denostada “Días extraños” me parece una de las más interesantes propuestas de ciencia-ficción de los 90). Supongo que, precisamente por eso, la ex señora de Cameron (bueno, una de tantas) nunca se planteó esta “En tierra hostil” como una gran superproducción o una historia “bigger than life” (otra expresión que gusta mucho dentro de la industria) y, precisamente por ello también, le salió una cinta con una sola pretensión: ser una buena película. Y lo consiguió.


Llegado a este punto, hay algo que me desconcierta. Como decía al principio, analizando “En tierra hostil” en todos y cada uno de sus aspectos no consigo encontrar una sola pega que eche abajo la consideración de gran cine que debería acompañar a esta película y, sin embargo, tampoco es ésa la sensación que la cinta me dejó instalada en el cuerpo tras su visionado. “En tierra hostil” me parece una buena película; una muy buena película, si se quiere. Una película sin defectos: ajustada, vibrante, que te atrapa y no te suelta. Entonces, ¿por qué no me parece una obra maestra? ¿Por qué sigo pensando que está, pese a todas esas virtudes que ya he mencionado, ligeramente sobrevalorada y que cualquier otro año con algo más de nivel no habría conseguido acaparar tantos parabienes?


Es un jodido misterio, lo sé, pero es lo que hay.

miércoles, febrero 10, 2010

600

Se suponía que esto no iba a llegar tan lejos… pero ya veis: aquí estoy, 600 malditas entradas después. Con vuestro permiso, voy a celebrarlo a lo grande: hoy toca TEMAZO-XXL-OMG-WTF-MEGAZORD.

Gracias por leerme a los que me leéis. Gracias por comentar a los que comentáis. Gracias a Lug y Olodumare porque existen el sexo y la vainilla, el press banca y las tiras de Calvin y Hobbes.

En fin, que gracias.

Ahora, a por la 601…

Una década de cine

En el estupendo blog “La calle Morgue” he descubierto un vídeo resumen de lo que han dado de sí los años 2000 (o años nada o años cero, como prefiráis llamarlos) en materia cinematográfica. Por supuesto, la selección responde a los gustos del montador del vídeo (yo personalmente hubiera quitado algunas pelis y puesto muchas otras, ya sabéis como es esto de las opiniones y los culos), pero desde luego el montaje y el uso de la música para contextualizar géneros me parecen cojonudos. Y además es una excusa perfecta para descubrir cuán enterado está uno del tema y cuántos títulos puede reconocer al primer golpe de vista (yo hay 12 que no he podido identificar). Por cierto, si no habéis visto “Infiltrados” de Martin Scorsese no le deis al play. El vídeo contiene un spoiler del tamaño de Oklahoma.

Ahora sí: el vídeo en cuestión.

(¿A alguien más le han entrado ganas de hacer una lista con sus pelis favoritas de la década?)

martes, febrero 09, 2010

En lo profundo del bosque


Nuevo trabajillo para el máster de 3-D, en este caso consistente en la integración de un edificio modelado, texturizado e iluminado por nosotros sobre una imagen fija, haciéndolos convivir sin estridencias.

Quería algo rollo cuento de hadas (básicamente porque si no queda muy real tampoco es tan grave), así que elegí como inspiración (cof! cof!) esta imagen sacada del concept art de "Warhammer":


Luego modelé la cabaña cambiándole un par de cosas (es decir, simplificándola para quitarme curro de encima), le puse las texturas y una iluminación muy básica:




Finalmente escogí una imagen para el fondo (sacada de internet googleando la palabra "bosque", así que no tengo ni idea de quién es el autor, pero desde aquí le estoy muy agradecido, jejeje):


Lo demás fue trabajo de Photoshop, cambiando valores de color y contraste, pintando a mano zonas más luminosas, añadiendo ruido, filtros y desenfoques, etc.