miércoles, noviembre 17, 2010

Doblan por ti

“Estaba violando el segundo mandamiento de los dos que rigen cuando se trata con españoles: hay que dar tabaco a los hombres y dejar tranquilas a las mujeres”

(“Por quién doblan las campanas”, Ernest Hemingway)



Decía el otro día, a cuento de mi descubrimiento del maravilloso álbum “Rain dogs” de Tom Waits, que la gran virtud que hace frente a la ignorancia es el hecho de ser consciente de lo ignorante que uno es. Como sé que alguno de mis lectores podría echarme en cara que versione tan alegremente a Sócrates (que no es tan malo como fusilar la Wikipedia, pero casi) sin aportar nada de mi propia cosecha, añadiré que hay otro factor que juega a favor del ignorante que quiere dejar de serlo: tener buenos camellos. Así, servidor sabe perfectamente de quién puede fiarse cuando se trata de descubrir nuevos comics, música, cine o series de televisión. Tengo, de hecho, más de un dealer para cada asunto, y generalmente aciertan de pleno con mis gustos y me dejan totalmente satisfecho con su mercancía.

En el caso de la literatura, mi principal proveedor es mi inseparable amigo Link (inseparable en más de un sentido, pues desde hace un tiempo compartimos piso... otra vez). A su buen juicio literario debo el inmenso placer de haber conocido (parte de) la obra de Julio Cortázar, Alessandro Baricco, Paul Auster, Thomas Mann o John Banville, por lo que sus recomendaciones son siempre tenidas todo lo en cuenta que uno buenamente puede. El último en sumarse a esta lista de pesos pesados de las letras gracias al buen criterio de Link (a veces también escrito Linc o Lync) ha sido Ernest Hemingway.


Un día, sin venir a cuento salvo por el hecho de que le apetecía hacerlo, Link/Linc/Lync me regaló un ejemplar de “Por quién doblan las campanas”. Por aquel entonces yo andaba enfrascado en la lectura de otra novela (creo que era, precisamente, una de Paul Auster), y desde entonces estuve, por h's o por b's, posponiendo mi desvirgamiento con Hemingway hasta hace relativamente poco. Reconozco que además me daba un poco de pereza, pues tenía la infundada idea de que Hemingway era, debido a su reconocimiento prácticamente unánime, un escritor denso y difícil. Estas cosas pasan: uno, movido por Kirby sabe qué razones, tiende a asumir que el cine en blanco y negro de los 50 es más aburrido (¡ha!), que la música pop de los 60 es más convencional (¡haha!), que los tebeos norteamericanos de los años 70 son más inocentes (¡hahaha!) y que los clásicos de las letras universales son un coñazo (¡bwa-hahahahaha...!) La lección que hoy debemos todos aprender, niños, es: no tengáis miedo a los grandes nombres de la literatura.

“Por quién doblan las campanas” (inspiración directa de aquel épico trallazo trash de Metallica) está escrito de modo conciso y directo, haciendo que su lectura sea siempre ágil, dinámica y terriblemente entretenida. El libro narra tres días en la vida de Robert Jordan, norteamericano voluntario en las Brigadas Internacionales que defendieron los ideales republicanos en la Guerra Civil española, durante los cuales debe planear y ejecutar la voladura de un puente decisivo para la ofensiva antifascista en compañía de una banda de partisanos que sobreviven en los bosques tras las líneas enemigas. Conocerá entonces a María, una joven traumatizada por la muerte de sus padres y los abusos sufridos durante la toma de su pueblo por parte de los Nacionales, y ambos se sentirán inmediatamente atraídos de forma mutua.


Más allá de un relato donde apenas acontecen (al menos hasta su tramo final) demasiados hechos determinantes, Hemingway presenta al lector una absorbente dinámica psicológica entre personajes complejos y realistas, plenos de motivaciones, miedos, anhelos y dudas. Seres que le dan vueltas en su cabeza, incansablemente, a la idea de una muerte inminente o a sus creencias políticas; que hacen repaso de su vida previa, sabedores de que todo puede írseles al carajo en el momento en que la dinamita haga saltar los pilares que sostienen ese puente que casi resulta un personaje más de la narración, ominoso y amenazador. El ambiente de camaradería, la complicidad entre los guerrilleros, traspasa entonces las páginas del volumen para hacer partícipe a un lector que traba sólida amistad con el viejo Anselmo, un buen hombre que desearía no tener que matar nunca a nadie; que desconfía de Pablo, antiguo líder venido a menos a causa de su alcoholismo y su descubrimiento del concepto de “propiedad”; que se enamora inevitablemente de María y vive intensamente cada uno de los escasos momentos que Jordan puede pasar a solas con ella, apurando cada palmo de piel hasta el romper de un nuevo día. Como ocurría con aquella maravillosa cabecera catódica de la HBO titulada “Hermanos de sangre”, el espectador/lector acaba por sentirse uno más en el grupo de valientes (y cobardes) que afronta la vida y la muerte como buenamente puede. Al igual que allí, aquí cada personaje es un mundo, parte de un universo aún mayor.

Pese a haber participado él mismo en la contienda engrosando las filas republicanas (lo cual podría haber motivado una ausencia de objetividad), Hemingway consigue en “Por quién doblan las campanas” evitar cualquier atisbo de parcialidad en la narración. En última instancia, todo hombre o mujer presente en el relato, participe en la contienda desde un lado o desde el otro, es una vida tan sagrada como la que más. Reduciendo el número de personajes hasta una cifra manejable (apenas una decena), el escritor consigue que cada muerte, se produzca ésta en el bando nacional o el republicano, se vea subrayada por un sentimiento de fatalidad, por un sordo eco de desgracia, haciendo espantosamente tangible la idea germinal del poema de John Donne que abre en paráfrasis la novela: “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.”


“Por quién doblan las campanas” es, con todo merecimiento, una obra maestra de la literatura universal. Una harto entretenida, fácil de leer, imposible de dejar a medias. Más adictiva que el best-seller de turno y, desde luego, mucho más compleja, poética y enriquecedora que el ultimísimo (y pasajero) fenómeno editorial. Pero, sobre todo, es un libro que profesa un absoluto respeto por la vida y por la muerte. Nunca está de más que un tipo, ya sea un escritor o un buen amigo, aparezca de pronto en tu vida para recordarte que el auténtico, el único valor real de todas las cosas, sólo puede ser medido en base a la importancia de la vida humana.

Por ello: gracias, Hemingway; gracias, Link.

Y tú, ignorancia: chúpate ésa.

10 comentarios:

charlie furilo dijo...

Je,je,je, hasta he dudado en si comentar o no, visto lo visto, no vaya a ser que creas que es por simple peloteo, o a riesgo de no decir nada interesante (que será lo más seguro). Jajaja, ahora en serio...

Comparto íntegramente tu opinión (he leido el post entero, lo jurico...), no sólo en cuanto a la magnificencia de la novela, sino también en lo de la ignorancia y los dealers. Lei "Por quien doblan las campanas" hace más años que el desastre de Annual, cosa que debo agradecer a mi abuelo Roberto. Por cierto, un gran dealer de novelas y cine clásico: la de pelis clasicas (entre ellas la adaptacion de la novela de Hemingway) que habré visto en su casa cuando no había ni video ni internet ni nada, solo las que emitían en la tele. Lo cierto es que me encantó el libro, pese a mi juventud; sin embargo, ahora que lo pienso, sin ningún motivo aparente no he vuelto a leer nada de Hemingway...

Nemo dijo...

Querido, a este ritmo corremos el serio riesgo de acabar convirtiéndonos cada uno en el Huevo de Pascua del otro. Dicho lo cual, cada vez escribe usted mejor, cada vez leo más sus artículos por el puro placer de recrearme en cómo están escritos que por el asunto que tratan.

Y ahora, déjeme un comentario... écheme argo...

charlie furilo dijo...

Ah! por cierto, el Sr. Misántropo tiene toda la razón. Cada día escribes mejor, compañero.

Jero Piñeiro dijo...

Charlie: no he visto la adaptación al cine de "Por quién doblan las campanas", pero a priori no me interesa verla ahora. Tengo la novela muy reciente y no haría más que encontrarle a la cinta un defecto detrás de otro. Después del buen sabor de boca que el libro me ha dejado, es cuestión de tiempo que lea cualquier otro firmado por Hemingway. Me tientan "El viejo y el mar", "París era una fiesta" y "Adiós a las armas", pero como ya he dicho en otras ocasiones, prefiero no leer dos obras de un mismo autor muy seguidas para no establecer comparaciones. Me gusta cambiar el chip entre libros, así el impacto es mayor. Y gracias por el elogio, camarada :)

Fran: gracias a ti también. Sé que me repito, pero con lo exigente que eres resulta toda una satisfacción saber que disfrutas leyendo lo que escribo. Los hipervínculos están para hipervincular, así que siempre que crea que un enlace a tu bitácora puede enriquecer en algo una de mis entradas, el crossover está servido ;)

Ѕilυiα dijo...

Yo me leí "Adiós a las armas" pero ahora mismo no recuerdo absolutamente nada... También "El viejo y el mar" y me aburrió de una manera inimaginable, y eso que es cortito cortito... De todas formas me añadiré este libro a mi lista de libros pendientes como por ejemplo "El principito..." Besos muchacho

David dijo...

No he leído la novela. Escribirás muy bien, pero hacer un post de esto sin meter una foto de Ingrid Bergman.
Ay! Qué juventú!
Y ahora en serio...
Senderos de gloria no es la alegría de la huerta... Vamos, que como diría Chesterton, divertido es lo contrario de aburrido, no de serio. Y esa peli de Kirk Douglas y cia (no de Stanley Kubrick y cia, como no me cansaré de repetir) es cualquier cosa menos divertida.
Por lo demás, he leído algunas de Hemingway. Esta no. Miraré a ver si la tengo por aquí, que hasta me has convencido con el post...pero de ahí a que lo lea. No es miedo a los grandes nombres. Es falta de tiempo e interés por otras cosas.
Pensar que aún me quedan tus entradas de Radiohead (jopé... si son más largos que esta., no llego.. y encima con enlaces...vamos bien.).
Un saludo.

Jero Piñeiro dijo...

Silvia: no sé si los otros serán aburridos. A mí éste me pareció la mar de... ¿adictivo? No voy a decir "divertido" o "entretenido" para no consternar a David, jejeje. "El Principito" va antes, hermosa.

David: ¿por qué no de Kubrick? ¿Me he perdido alguna entrada de Safari al respecto? Y, vale, quizás no sea "Una noche en la ópera", pero de aburrida no tiene un pelo. Sí, sí, léete lo de Radiohead antes que "Por quién doblan las campanas", jajaja... Aunque sospecho que ahora tendrás más tiempo ;)

David dijo...

Vale, pitórreate de mis comentarios con Silvia si quieres, que ya haré yo lo mismo por algún otro lado.
Pero de aburrida no tiene un pelo, eso es cierto.
Por lo demás, mírate el comentario que hice en el blog de Anro para lo de Douglas-Kubrick.
Y en Safari, una de las primeras entradas:
AQUÍ .
Un saludito.

Ѕilυiα dijo...

David, que yo no he dicho ni "mu" eh :)
Jero, ahora me traen "El principito" a casa. Besos!

David dijo...

Ya, ya. La pulla era sólo para él... tranquila.