lunes, diciembre 12, 2011

De abusones y abusados

Ahora se le llama "bullying", pero hace quince años yo lo llamaba “mamá, en el cole me pegan”.

No pongáis esa cara: nos ha pasado a muchos, le sigue pasando a miles y le pasará a nuestros tatara-tatara-tataranietos cuando vayan al cole en las colonias espaciales de Júpiter. Es otra de esas cosas sin sentido que los seres humanos llevamos eones haciendo. Por suerte, la mayoría de los que sufrimos acoso escolar nunca nos presentamos una mañana en el instituto con una escopeta recortada y dimos matarile a medio alumnado, copando las portadas de los periódicos de mayor tirada internacional. Qué va: acabamos el bachillerato y nos fuimos a la universidad, hicimos amigos nuevos, empezamos a hablar con las chicas (¡y ellas con nosotros!) y descubrimos que aquellos fulanos que nos aterrorizaban en las aulas de enseñanza secundaria sólo eran unos críos que no sabían contra quién dirigir sus frustraciones. Ahora somos conscientes de que no era algo personal: simplemente atacaban al débil, al que no se la iba a devolver. Lo cierto es que ya ni siquiera los recordamos, del mismo modo en que probablemente ellos no se acuerden de nosotros.


Pero eso no quita que historias como la del comic “Hollywood Jan” (o las de películas como “Déjame entrar” o “En un mundo mejor”) me toquen la fibra sensible. Más aún si el dibujante encargado de poner en imágenes el texto (seguramente) autobiográfico del guionista Michaël Sanlaville es mi idolatrado Bastien Vivès (si no sabéis de quién hablo, podéis pasaros por aquí, aquí, aquí o aquí y poneros rápidamente al día).

Otra vez Vivès en un ambiente estudiantil. Otra vez contándonos la historia de un muchacho introvertido que se ve superado por la dinámica social del microcosmos adolescente. Otra vez la soledad existencial del inadaptado. Pero en esta ocasión con Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger y Russel Crowe como aliados.


Y es que el pobre Jan, que sueña a largo plazo con ser director de cine y a corto plazo con que los abusones de su instituto lo dejen vivir en paz, recurre constantemente a su desbordante imaginación para recibir consejos de las tres superestrellas del celuloide de acción, cada una de las cuales encarna un aspecto del subconsciente de nuestro protagonista: Crowe representa el lúbrico desajuste hormonal del quinceañero, Sly su necesidad de socializar y El Roble su inclinación hacia la misantropía y el desprecio colectivo. Más motivos para la empatía: yo los he experimentado todos.

“Hollywood Jan” no es excesivamente original. Y el final es un poco desmadrado (aunque tiene sentido, a su manera). Pero me ha parecido divertido y cercano, me he sentido representado, me ha hecho mirar a mi aborrecible paso por el instituto desde la distancia que otorgan diez años de una vida infinitamente mejor y me ha recordado que quizás hoy soy la persona que soy porque entonces fui el pringado sin media leche que fui. Y además, como decía, maravillosamente ilustrado y narrado por Vivès, verdadero santo de mi devoción.


Un buen comic, en suma. Aunque si tú eres de los que le hacían la puñeta a sus compañeros de instituto cuando eras adolescente, igual "Hollywood Jan" no te dice nada de nada. Otra cosa más de la que puedes sentirte orgulloso.

5 comentarios:

Cinemagnific dijo...

Extremadamente interesante.

PD. He visto ahora, que tengo 28 años, a muchos de los matones de mi cole. Me los he encontrado por la calle: gordos, calvos, acabados y muchos drogadictos o alcoholizados o con niños que no pueden mantener en hogares en descomposición. En realidad, posiblemente ellos eran y son también víctimas.

Mauricio Milano dijo...

"Lo cierto es que ya ni siquiera los recordamos". ¿No? ¿En serio que no? Yo sí. Definitivamente tengo fantasmas para exorcizar, y espero hacerlo con mi segundo libro. Hablando de eso, ya estoy gestionando el envío del primero... ojalá se pueda.

Saludos!

Mauricio Milano dijo...

Listo, ya me confirmaron de la editorial. Dame tu mail y hablamos por ahí.

Jero Piñeiro dijo...

Cinemagnific: yo me encontré recientemente (este verano, concretamente) con uno de los chavales que me zurraba en el cole. Lo saludé y charlamos un rato amigablemente. No puedo decir que le guarde rencor: lo que uno hace con 13 ó 14 años no puede pesar como una losa sobre él toda su vida (hablamos siempre dentro de unos límites de violencia y humillación, claro; otra cosa es que te hagan un daño físico o psicológico, digamos, irreparable). Supongo que él se sorprendió de mi buen talante, pero creo que eso forma parte de la superación. Es fácil perdonar a alguien cuando te sientes muy por encima del mal que una vez te causó. Ojalá le vaya bien; quiero pensar que ahora él es una persona mejor que cuando nuestros caminos se cruzaron por primera vez (y se cruzaban, desgraciadamente, a diario). Y si no lo es, bueno, tampoco me importa demasiado. Nuestras vidas ya no tiene absolutamente nada en común...

Mauricio: ya digo que todo depende del daño que a uno le hayan infligido. Los insultos y los bofetones están, por mi parte, olvidados. Por suerte no sufrí ningún percance con secuelas permanentes (más allá de lo que mi autoestima haya podido lamentar durante un tiempo). Pero cada caso es distinto y no me atrevo a hablar por nadie más. Quizás debería haberme expresado en singular: "lo cierto es que ya ni siquiera los recuerdo".

Pensando en positivo: al menos de esa mala experiencia has obtenido la inspiración para denunciar el acoso escolar en tu próxima novela. Ya sé que preferirías no haber sufrido aquello y ahora dedicar tu tiempo a escribir sobre otras cosas más alegres (o menos autobiográficas), pero si con tu libro consigues que alguien que está pasando por lo mismo que tú viviste encuentre un poco de esperanza... no sé, me parece una idea reconfortante.

Mauricio Milano dijo...

Lo sé, lo es. Eso mismo me pasó con el primer libro. Ya verás una entrevista que me hicieron y estoy por publicar en mi blog... seguro te interesará (fue la primera pregunta que me hicieron!). En cuanto al segundo, los golpes se olvidan pero la cuestión es que dejan heridas adentro y todavía tengo que resolver cómo sacarlo afuera. Pero lo haré. Y no como denuncia al acoso escolar, esa no es la intención o al menos no me lo he propuesto de esa forma. Simplemente contar lo que pasó para poder superarlo. Me temo que el impulso creativo es egoísta. Si después el resultado le sirve a los demás, mejor. De lo contrario, es como decía O. Wilde. Ya sabes.

Abrazo!