sábado, febrero 25, 2012

Mi quiniela para los Oscars 2012

Hace unos años me sentía fascinado por todo lo que rodeaba a los premios de la Academia de Hollywood. Desde las nominaciones hasta la gala de entrega de los Oscars, yo era de los que no se perdían ni una noticia ni un estreno relacionados con el tema. Con el tiempo se ha ido apagando mi interés por estos galardones (por cualquier galardón, en realidad) y he aprendido a fiarme únicamente de mi propio criterio para decidir qué es bueno y qué no. No hay más que echar un vistazo a algunas de las últimas premiadas en las categorías más importantes para comprender que estos premios no significan, cinematográficamente, absolutamente nada.


Sin embargo, mi quiniela anual para los Oscars sigue siendo un clásico inamovible en este blog. No tanto porque me importe quién se lleve qué estatuilla como por la tradición de amistad que supone. Mi amiga Noe (gran cinéfila y mejor persona) y un servidor siempre apostamos a ver quién acierta más categorías. Es un juego inocente que, como tantas otras cosas, sigue siendo algo que ambos compartimos y que no quiero que se pierda. Más aún ahora que ella vive en Venecia y yo en Madrid, y que apenas nos vemos en persona una o (a lo sumo) dos veces al año. Así que, por ella y porque me apetece, ahí va mi quiniela para los Oscars 2012 (que no es, por cierto, mi lista de favoritos en cada categoría, sino quién creo que ganará):


Mejor película


-Caballo de batalla
-The Artist
-Moneyball
-Los descendientes
-El árbol de la vida
-Midnight in Paris
-Criadas y señoras
-La invención de Hugo
-Tan fuerte, tan cerca


Mejor director


-Michel Hazanavicius (The Artist)
-Alexander Payne (Los descendientes)
-Martin Scorsese (La invención de Hugo)
-Woody Allen (Midnight in Paris)
-Terrence Malick (El árbol de la vida)


Mejor actor principal


-Demián Bichir (A better life)
-George Clooney (Los descendientes)
-Jean Dujardin (The Artist)
-Gary Oldman (El topo)
-Brad Pitt (Moneyball)


Mejor actriz principal


-Meryl Streep (La dama de hierro)
-Glenn Close (Albert Nobbs)
-Viola Davis (Criadas y señoras)
-Rooney Mara (Los hombres que no amaban a las mujeres)
-Michelle Williams (Mi semana con Marylin)


Mejor actor de reparto


-Kenneth Brannagh (Mi semana con Marylin)
-Jonah Hill (Moneyball)
-Nick Nolte (Warrior)
-Christopher Plummer (Beginners)
-Max Von Sydow (Tan fuerte, tan cerca)


Mejor actriz de reparto


-Bérénice Bejo (The Artist)
-Jessica Chastain (Criadas y señoras)
-Melissa McCarthy (La boda de mi mejor amiga)
-Janet McTeer (Albert Nobbs)
-Octavia Spencer (Criadas y señoras)


Mejor película de habla no inglesa


-Bullhead
-Fool note
-In darkness
-Profesor Lazhar
-Nader y Simin, una separación


Mejor guión original


-Michel Hazanavicius (The Artist)
-Annie Mumolo, Kristen Wiig (La boda de mi mejor amiga)
-J.C. Chandor (Margin call)
-Woody Allen (Midnight in Paris)
-Asghar Farhadi (Nader y Simin, una separación)


Mejor guión adaptado


-Nat Faxon, Alexander Payne, Jim Rash (Los descendientes)
-John Logan (La invención de Hugo)
-George Clooney, Grant Heslov, Beau Willimon (Los idus de marzo)
-Aaron Sorkin, Steven Zaillan (Moneyball)
-Bridget O'Connor, Peter Straughan (El topo)


Mejor montaje


-Anne-Sohpie Bion, Michael Hazanavicius (The Artist)
-Kevin Tent (Los descendientes)
-Kirk Baxter, Angus Wall (Los hombres que no amaban a las mujeres)
-Thelma Schoonmaker (La invención de Hugo)
-Christopher Tellefsen (Moneyball)


Mejor fotografía


-Guillaume Schiffman (The Artist)
-Jeff Cronenweth (Los hombres que no amaban a las mujeres)
-Robert Richardson (La invención de Hugo)
-Emmanuel Lubezki (El árbol de la vida)
-Janusz Kaminski (Caballo de batalla)


Mejor banda sonora


-John Williams (Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio)
-Ludovic Bource (The Artist)
-Howard Shore (La invención de Hugo)
-Alberto Iglesias (El topo)
-John Williams (Caballo de batalla)


Mejor canción


-Bret McKenzie (“Man or Muppet” de Los Muppets)
-Sergio Mendes, Carlinhos Brown, Siedah Garrett (“Real in Rio” de Rio)


Mejor dirección artística


-Laurence Bennett, Robert Gould (The Artist)
-Stuart Craig, Stephenie McMillan (Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte 2)
-Dante Ferretti, Francesca Lo Schiavo (La invención de Hugo)
-Anne Seible, Hélène Dubreil (Midnight in Paris)
-Rick Carter, Lee Sandales (Caballo de batalla)


Mejor vestuario


-Lisy Christl (Anonymous)
-Mark Bridges (The Artist)
-Sandy Powell (La invención de Hugo)
-Michael O'Connor (Jane Eyre)
-Arianne Phillips (W.E.)


Mejor maquillaje


-Martial Corneville, Lynn Johnston, Matthew W. Mungle (Albert Nobbs)
-Edouard F. Henriques, Gregory Funk, Yolanda Toussieng (Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte 2)
-Mark Coulier, J. Roy Helland (La dama de hierro)


Mejor sonido


-David Parker, Michael Semanick, Ren Klyce, Bo Persson (Los hombres que no amaban a las mujeres)
-Tom Fleischman, John Midgley (La invención de Hugo)
-Deb Adair, Ron Bochar, Dave Giammarco, de Novick (Moneyball)
-Greg P. Russell, Gary Summers, Jeffrey J. Haboush, Peter J. Devlin (Transformers: el lado oscuro de la Luna)
-Gary Rydstorm, Andy Nelson, Tom Johnson, Stuart Wilson (Caballo de batalla)


Mejores efectos sonoros


-Lon Bender, Victor Ray Ennis (Drive)
-Ren Klyce (Los hombres que no amaban a las mujeres)
-Philip Stockton, Eugene Gearty (La invención de Hugo)
-Ethan Van der Ryn, Erik Aadhal (Transformers: el lado oscuro de la Luna)
-Richard Hymns, Gary Rydstorm (Caballo de batalla)


Mejores efectos visuales


-Tim Burke, David Vickery, Greg Butler, John Richardson (Harry Potter y las reliquias de la muerte – Parte 2)
-Rob Legato, Joss Williams, Ben Grossman, Alex Henning (La invención de Hugo)
-Erik Nash, John Rosengrant, Dan Taylor, Swen Gillberg (Acero puro)
-Joe Letteri, Dan Lemmon, R. Christopher White, Daniel Barrett (El origen del planeta de los simios)
-Scott Farrar, Scott Benza, Matthew Butler, John Frazier (Transformers: el lado oscuro de la Luna)


Mejor largometraje de animación


-Un gato en París
-Chico & Rita
-Kung Fu Panda 2
-El gato con botas
-Rango


Mejor cortometraje de animación


-Dimanche
-The fantastic flying books of Mr. Morris Lessmore
-La luna
-A morning stroll
-Wild life


Mejor largometraje documental


-Hell and back again
-If a tree falls: a story of the Earth Liberation Front
-Paradise Lost 3: Purgatory
-Pina
-Undefeated


Mejor cortometraje documental

-The barber of Birmingham: foot soldier of the civil rights movement
-God is the bigger Elvis
-Incident in new Baghdad
-Saving face
-The tsunami and the cherry blossom


Mejor cortometraje de ficción

-Pentecost
-Raju
-The shore
-Time freak
-Tuba atlantic

miércoles, febrero 22, 2012

Sexo y dolor

"(...)
Help me
I broke apart my insides
Help me
I've got no soul to sell
Help me
The only thing that works for me
Help me get away from myself

I want to fuck you like an animal
I want to feel you from the inside
I want to fuck you like an animal
My hole existence is flawed
(...)"

["Closer", de Nine Inch Nails.]


Todos tenemos una relación con el sexo. Ya sea como expresión de un sentimiento, como actividad deportiva o como ausencia, el sexo es algo que forma parte fundamental de nuestras vidas y, hasta cierto punto, las define. Practicamos actividades sexuales (solos o acompañados) con regularidad. Pensamos en el sexo más a menudo de lo que tal vez nos gustaría reconocer en voz alta. Cuando nos presentan a una persona, lo primero que hacemos es valorarla en términos sexuales (me atrae/no me atrae). Sea más feliz o más desgraciada, todos tenemos una historia sexual. Es por eso, en parte, que “Shame” resulta una película tan agresiva con el espectador, tan cercana y al mismo tiempo tan incómoda: porque mete el dedo sin remilgos en una herida que todos tenemos abierta.


El segundo largometraje del realizador británico Steve McQueen (nada que ver con el protagonista de “Bullit”) dibuja el retrato de un adicto al sexo. Brandon Sullivan, un ejecutivo neoyorkino atractivo, culto y educado, es incapaz de contener la voraz lascivia que impregna todas las relaciones que establece con el resto de la humanidad. Su rutina diaria de trabajo y pornografía, masturbación compulsiva, prostitutas y ligues de una noche se verá de pronto amenazada por la presencia inesperada de una hermana pródiga que acudirá a él, desesperada tras una ruptura sentimental, en busca de techo y consuelo.


Lo fácil para McQueen habría sido caer en sensacionalismos telefílmicos; servirse del morbo y los excesos melodramáticos para facturar una película superficial que se vendiese por la vía más rápida, ondeando la bandera del sexo como reclamo comercial. Por suerte no es el caso. Pese a la cantidad de desnudos y escenas de naturaleza explícita que integran el film, el ejercicio de voyeurismo que McQueen propone no se salda con la excitación del espectador, sino con un sentimiento de desasosiego y compasión. “Shame” es un desangelado drama psicológico que no demoniza el sexo sino que revela la naturaleza autodestructiva de la obsesión, y aunque es verdad que tras el visionado del film a uno le apetece tanto darse un paseo por YouPorn como meterse un gin tonic entre pecho y espalda después de ver “Leaving Las Vegas”, la gran tragedia en la vida de Brandon proviene a la postre de su incapacidad para comunicarse con sus semejantes de un modo que no sea exclusivamente sexual. De convertir el sexo en el único lenguaje que conoce para expresarse.


McQueen acierta en el tono, revelándose además en el aspecto formal como un cineasta atrevido que confía plenamente en el material que tiene entre manos: sólo así se explica su afición a los planos largos (larguísimos) que permiten demostrar a los actores su valía, o su sentido postmoderno del montaje (como en la primera secuencia) jugando con el tiempo de la acción, manejando el ritmo con precisión y buscando el crescendo dramático sin abusar de esos efectismos audovisuales que tanto gustan a tipos como Darren Aronofsky. El naturalismo explícito de la cinta incomoda porque se percibe real.


Con todo, es muy probable que la clave para que “Shame” se convierta en el film de culto que está destinado a ser la encontremos en el alucinante trabajo de sus protagonistas. Carey Mulligan culmina aquí una tríada de interpretaciones memorables tras su paso por la lacrimógena y bonitísima “Nunca me abandones” y la violenta y ochentera “Drive”. Su encarnación de Sissy Sullivan, bipolar hermana del protagonista, es enternecedora y fastidiosa, dulce y descorazonadoramente trágica. Mulligan canta “New York New York” en reposado tono de jazz aguantando el paroxístico plano fijo al que McQueen la somete con una capacidad hipnótica que rivaliza con los mejores momentos musicales del cine de David Lynch, pero también ríe con la inconsciente alegría infantil de aquella joven artie llamada Didi que Neil Gaiman describía en “El alto coste de la vida”, y cuando llora te parte el alma.


El máximo reconocimiento se lo merece sin embargo Michael Fassbender, convertido ya en uno de mis actores actuales favoritos. Después de una ascendente carrera que lo ha llevado de secundario prometedor (un espartano apolíneo en “300”, un militar cinéfilo en “Malditos bastardos”) a protagonista a prueba (en el peplum de serie B “Centurión”), el alemán confirmaba en 2011 lo que muchos ya nos olíamos: que va a ser muy grande. Fassbender era, sin dudas, lo mejor de “X-Men: Primera Generación”. Fue también un acierto de casting en la muy estimable última revisión de “Jane Eyre” y una de las más destacables virtudes de la muy virtuosa “Un método peligroso”. Será, una vez más, la contribución interpretativa más interesante en “Haywire”, la última ocurrencia del impredecible Steven Soderbergh (en unos días os hablaré de ella en una de mis reseñas para Nuestros Comics). Y, tal y como acreditaron los miembros del jurado en el último Festival de Cine de Venecia, deslumbra y maravilla en esta “Shame” ofreciendo uno de los mayores recitales interpretativos vistos en pantalla grande en los últimos meses. El alemán sostiene sobre los hombros el peso de una película muy difícil desde el punto de vista dramatico aportando una credibilidad absoluta a su personaje. Lo hace sin recurrir a histrionismos, siendo tan veraz y convincente como sólo una persona real puede serlo. El Brandon Sullivan de Fassbender es una de esas actuaciones perfectas que se dan muy de vez en cuando en el cine (y sobre su incomprensible ausencia en las nominaciones a los Oscar no merece la pena decir nada).


“Shame” es una película magnífica que escarba incisivamente en un territorio oscuro del que todos participamos en mayor o menor medida, y por eso resulta tan amarga y turbadora como cinematográficamente satisfactoria. Y es que, aún tratándose de la mejor película que por ahora nos ha dejado el 2012 (en mi nada modesta pero siempre discutible opinión, por supuesto), posiblemente no sea una de las que más me apetecerá volver a ver en los próximos meses. Porque “Shame”, sencillamente, duele.

miércoles, febrero 15, 2012

Sobre "El Jueves", Rajoy y Ned Stark

"Cosas veredes", que se suele decir.

Leo en el Facebook que Kiko da Silva (hiperactivo dibujante gallego que publica en un millón de sitios, entre ellos "la revista que sale los miércoles") comenta en el muro de Sergio Bleda (autor de, entre otros títulos, "El baile del vampiro" y "La conjura de cada miércoles") acerca del supuesto plagio del ilustrador Malagón a un tal Sr. Plástiko a quien hasta ahora no conocía.

La imagen de la discordia es ésta:


El Sr. Plástiko aduce apropiación indebida de un chiste que él mismo remitió a la revista "El Jueves" con fecha de 11 de enero de 2012. Pueden leer su explicación en esta imagen que él mismo sube a su propio muro:


Curiosamente, un tal Juan García Rodenas (a quien tampoco tengo el gusto) entra en la misma conversación en la que dialogan da Silva y Bleda respondiendo lo que veis en la siguiente imagen (y pido disculpas en este momento por estar aireando conversaciones supuestamente privadas de facebooks supuestamente privados, pero esto me ha saltado al abrir yo mi cara-libro sin comerlo ni beberlo y sin tener a la gran mayoría de esta gente agregada como amigos; tan sólo a Kiko da Silva). Ahora sí, el comentario en cuestión:


El enlace que menciona Rodenas es, concretamente, éste.

Casualmente, yo publiqué en su día (el día después de las elecciones generales) una entrada en este blog que ahora mismo lees en la que aparecía esa misma imagen tal y como un servidor la montó y retocó con su bienamado Photoshop. El chiste, a todo esto, no es 100% de mi autoría. Proviene de una frase que otro conocido mío del Facebook (Brais Alaricano) publicó al saberse el resultado de las susodichas elecciones: "Imos de mal en peor, por diante catro anos de oscuridade, winter's coming", decía Brais en su Facebook parafraseando a la saga literaria de George R.R. Martin.


A mí, claro, se me encendió la lucecita y en unos minutos, mientras se cocían los macarrones de la cena, me salió la imagen de marras:


¿A dónde quiero llegar con todo esto?

Primero: a que la idea de asociar "Juego de tronos" con el actual gobierno de Rajoy ni es exclusiva de "El Jueves" ni del Sr. Plástiko ni mía. Ni siquiera de Brais, que fue el primero a quien yo se la leí. Es algo que está, de algún modo, en el inconsciente colectivo. Funciona como chiste, sí, pero no es el colmo de la originalidad.

Segundo: fuera quien fuese el encargado de subir la imagen a www.nosologeeks.es, ni siquiera tuvo la decencia de emplear el archivo original. No entiendo muy bien las razones, pero el "is" del rótulo aparece como "ish", siendo el resto de la imagen exactamente igual a como yo la concebí (en peor calidad, eso sí). En ningún momento esa entrada redirige a mi blog, como sí hace esta otra publicada por Patx en su web Sinsentido Obligatorio. De hecho, antes de subirla este blogger me había escrito muy educadamente un e-mail preguntándome si podía emplear la imagen en su bitácora, a lo que yo respondí (por supuesto) que sí. Así es, creo yo, como se deben hacer estas cosas.

Tercero: puestos a buscar un autor intelectual para el chiste, me temo que la responsabilidad nos la debemos adjudicar al 50/50 Brais Alaricano y un servidor. ¿Significa eso que me fastidia la publicación de una ilustración bastante parecida en "El Jueves", o el hecho de que el Sr. Plástiko intente apropiarse en exclusiva de la iniciativa, o que www.nosologeeks.es no me haya mencionado como "the one and only artist"? No, demonios. Bienvenidos al siglo XXI, donde más de dos y de tres personas pueden tener la misma idea al mismo tiempo y compartirla al segundo siguiente con millones de internautas. Donde legiones de ociópatas nos alimentamos de los mismos referentes frikis, haciendo altamente probable que nos influenciemos mutuamente de formas conscientes e inconscientes. Con internet, más que nunca, estas cosas están a la orden del día. Si acaso me siento orgulloso de mí mismo porque un dibujante de la revista de humor gráfico con más solera de nuestro país haya tenido la misma idea que yo (inspirada por aquel comentario de Brais, no me olvido) más de dos meses después; y también porque según puedo comprobar ahora, mi trabajo ha ido circulando por internet sin yo saberlo y finalmente ha cerrado el círculo regresando a su lugar de origen. De algún modo, mi Rajoy Stark ha dado la vuelta al mundo en 80 días.

Todo lo demás me parecen polémicas estériles.

Naufragando con Niños Mutantes

Últimamente se me acumulan las colaboraciones. Lo cual mola bastante, supongo. En esta ocasión repito con el blog musical Paragustoscolores cubriendo la presentación del próximo disco del grupo de pop-rock Niños Mutantes.


El LP se titulará "Náufragos" y el mini-concierto que el cuarteto granadino ofreció a la prensa en la Sala Costello de Madrid (al cual acudí felizmente escoltado por la nueva y flamante inquilina del vecindario blogger) puso de manifiesto las virtudes del directo de la banda. Si queréis conocer de primera mano todo lo que hay que saber sobre "Náufragos" antes de su lanzamiento oficial el próximo mes de marzo, ya estáis siguiendo este enlace.

Preestrenos: "Young adult"

Habemus nueva reseña cinematográfica en Nuestros Comics por cortesía de un servidor. Se trata del último trabajo del realizador Jason Reitman, artífice de cintas tan interesantes como "Gracias por fumar, "Juno" y "Up in the air". La película, que se estrena el próximo viernes en las salas españolas, cuenta con el protagonismo estelar de Charlize Theron, la cual en esta ocasión no necesita afearse ni un ápice (al contrario que en la turbadora "Monster") para demostrar hasta dónde llegan sus dotes interpretativas.


Para conocer mi opinión sobre el film no tenéis más que hacer click tal que aquí.

domingo, febrero 12, 2012

Lote #4637: Familia desestructurada con camisa hawaiana

El cineasta Alexander Payne parece empeñado en labrarse una filmografía centrada en el patético hombre de a pie (enunciado como concepto). Tanto “A propósito de Schmidt” como la estupenda “Entre copas” encajan perfectamente en la categoría de dramedies (mitad drama, mitad comedia) que buscan a un tiempo la ternura y la carcajada partiendo del individuo inseguro, azotado por alguna de las múltiples tristezas/desgracias/frustraciones posibles inherentes a la condición humana.


En “Los descendientes”, su última película hasta la fecha, Payne se lo pone a sí mismo más difícil que nunca para llegar siquiera a la línea de salida. Al contrario que los protagonistas de sus films anteriores, Matt King (un tipo que se apellida Rey en un medio donde esta clase de datos no suelen ser casuales) luce los atractivos rasgos del galán George Clooney, probablemente la estrella masculina cuya imagen está más asociada a la idea del éxito en el panorama cinematográfico actual. A su prestigio profesional y sus generosos honorarios como abogado, King está a punto de añadir una considerable fortuna derivada de la venta de un terreno que él y sus primos han heredado de sus ancestros. Y además vive en la soleada Hawai, un lugar al que el propio King (voz en off mediante) niega la condición de paraíso que el resto de los mortales siempre le hemos concedido. En Hawai también se sufre, nos dice. Su mujer está en coma y al borde de la muerte, y el pobre hombre se ha quedado solo al cargo de sus hijas: una estrafalaria y malhablada cría de diez años y una adolescente rebelde que sólo ve en su padre a un tipo débil y lastimoso.

Como punto de partida a mí me vale.


El desarrollo ya es otro cantar. “Los descendientes” es una cinta entretenida, bien interpretada y con un par de golpes de humor bastante disfrutables. Tiene, además, una de esas estupendas bandas sonoras que tanto sirven para acompañar a un catárquico drama familiar como a un publirreportaje sobre el Estado Aloha (algo de eso hay también en “Los descendientes”). Pero acusa una serie de defectos formales inesperados (inesperados para ser un film de Payne, se entiende) tales como personajes cuya única función es permitir un autoconsciente alivio cómico al espectador (el intragable noviete descerebrado de la hija primogénita de King nunca llega a justificar dramáticamente su presencia en el film) o esa voz en off antes mentada de la que los guionistas se olvidan a la media hora de metraje y luego si te he visto no me acuerdo (que para eso digo yo que mejor no meterla de partida y santas pascuas). Y lo peor: es una película que no ha conseguido conmoverme en ningún momento. Puestos a decir lo de siempre pero revestido de estampado hawaiano, antes me quedo con la versión que “Lilo & Stitch” ofrecía de la misma moraleja. Al menos esa peli sí sabía cómo tocarme la patata.


Total, que un servidor entró a la sala de cine creyendo que estaba a punto de presenciar una película “prácticamente perfecta” (Peter Travers: Rolling Stone), “algo tan fresco como trascendente” (Javier Ocaña: El País), “la mejor película del año” (Luis Martínez: El Mundo)... y salió con la convicción de que:

a) Más allá de su banda sonora y sus sobrecogedoras localizaciones, “Los descendientes” no tiene un solo aspecto particularmente extraordinario. Responde, por tanto, a la definición de la palabra "ordinario" en su primera acepción según la RAE (adj. Común, regular y que sucede habitualmente).


b) Los críticos y los académicos viven en su propio mundo. Al igual que ocurre con “Slumdog millionaire” o “Una mente maravillosa”, nadie recordará dentro de 10, 15 ó 20 años esta película y pensará que se trata de “un gran clásico de la década 2010”. Y si no, tiempo al tiempo.

sábado, febrero 11, 2012

American Horror Vacui

Contiene el libro “Hervir un oso” de Jonathan Millán y Miguel Noguera una idea brillante (llamar “chistes” a las ocurrencias de esta pareja surreal me parece erróneo) a propósito de la película “El exorcista”. Proponen los autores la máxima de que cualquier situación, por dramática o terrorífica que se presente, acaba adquiriendo carácter de normalidad si se prolonga demasiado en el tiempo. La representación de este principio (podéis ver la imagen aquí; me temo que sólo encontré una versión de buena calidad en inglés) muestra, por ejemplo, que pasados varios meses desde que comenzó la posesión de Regan, el Diablo y el padre Karras han establecido una relación laboral ordinaria en la que el sacerdote ficha cada mañana al acudir a su puesto de trabajo y su Adversario le da los buenos días con total naturalidad, listo para afrontar una nueva y tediosa jornada de protocolo exorcizante.


Esta misma máxima es también aplicable al programa de televisión “American Horror Story”, creado por los ideólogos de “Nip/Tuck” y “Glee”, Ryan Murphy y Brad Falchuk. La nueva serie, emitida en EE.UU. por la cadena FX y que próximamente se verá en abierto en España a través de Cuatro, es una apuesta por el género de terror a años luz de tímidos exponentes procedimentales como “Buffy Cazavampiros”, “Entre fantasmas” o “Sobrenatural”. La principal diferencia entre “American Horror Story” y sus antecesoras es que la producción de Murphy y Falchuk no busca otra cosa que dar miedo y pone toda la carne en el asador para lograrlo.


¿La sinopsis? Unos trasuntos guapos, limpios y aseados de Jack Torrance y Rosemary Woodhouse atraviesan una crisis matrimonial y deciden solucionarla mudándose con su hija, una versión femenina, adolescente e inadaptada de Cole Sears, a la mansión de Amityville. O, al menos, a una casa que se le parece una barbaridad. Para redondear la jugada, su vecina es la pérfida Jessica Lange, madre de una extrovertida muchacha mongólica que sabe cosas (y así lo insinúa cada vez que abre la boca). Demonios, ¿qué podría salir mal?


Las primeras sensaciones que transmite “American Horror Story” son muy prometedoras. Pese a que el ratio de clichés por minuto se dispara desde la primera secuencia del capítulo piloto, a continuación unos fabulosos títulos de crédito y un importante trabajo de ambientación y montaje logran generar ese mal rollo que la serie busca a toda costa. Es terriblemente efectista, sí, y su argumento a duras penas se sostiene si uno no pone de su parte dosis masivas de suspensión de la incredulidad, pero no puedo negar que los tres o cuatro primeros episodios de la serie me lo hicieron pasar francamente bien con sus ingentes dosis de sexo, violencia y sustos fáciles.


Luego, como ocurre con la versión de “El exorcista” propuesta en “Hervir un oso”, lo particular se vuelve general y lo terrorífico se transforma en tedioso. Fantasmas y más fantasmas van apareciéndose a la familia protagonista, cuyo comportamiento es cada vez más errático e incomprensible, y la escalada de truculencias y despropósitos apenas consigue arquear la ceja del respetable, que termina asistiendo al batido de referencias con crecientes indiferencia y perplejidad. Los actores, especialmente Jessica Lange (que está soberbia, sí), Frances Conroy (para siempre en mi memoria como la entrañable y desquiciada matriarca de los Fisher en "Six feet under") y Taissa Farmiga (que no puede negar su parentesco con la madurita seductora que traía de cabeza a George Clooney en “Up in the air”), ponen todo de su parte para defender un producto más simple y menos sutil de lo que vaticinaban sus primeros acordes, y es por ellos y por el morbo de saber qué chorrada/atrocidad se les ocurrirá a los guionistas a continuación por lo que uno acaba tragándose los doce capítulos que conforman esta ensalada de tópicos a la que le sobran giros de guión, homenajes indisimulados y transiciones por corte (hay conversaciones entre dos personajes ¡sentados! que cuentan con más de 200 planos por minuto).


“American Horror Story” es una serie moderadamente entretenida que comienza próxima a “Darkness” (aquella cinta de Jaume Balagueró que iba tan sobrada de atmósfera y tan escasa de ideas originales) y termina pareciéndose demasiado a “Casper”. La segunda temporada ya ha sido anunciada y, dada la naturaleza autoconclusiva de esta primera tanda de episodios, sorprende que también se haya confirmado el regreso de varios de sus intérpretes. El que todavía no sabe seguro si volverá a asomarse a esta celebración del horror vacui del horror es un servidor. La decisión dependerá, supongo, de lo que me ofrezca para entonces el menú catódico.

martes, febrero 07, 2012

Presentación del nuevo trailer y de 8 minutos de metraje inédito de “The Amazing Spider-Man” en Madrid

Tal y como reza el título de esta entrada, ayer tuvo lugar en los cines Callao de Madrid la presentación del nuevo trailer y de 8 minutos de metraje de "The Amazing Spider-Man", el relanzamiento cinematográfico de la franquicia arácnida a cargo de Marc Webb. La web Nuestros Comics, en la que colaboro habitualmente como crítico de cine, estaba invitada al evento, así que allí me fui en su representación para conocer de primera mano qué aspecto tendrá la nueva adaptación del icono marvelita por excelencia.


Podéis conocer todos los detalles del asunto siguiendo este enlace.

sábado, febrero 04, 2012

Escrito en las estrellas

"(...)
He'd like to come and meet us
But he thinks he'd blow our minds
(...)”

(“Starman”. De David Bowie, por supuesto)


Estoy enamorado de los super-héroes. Del mismo modo en que, por ejemplo, amo a las mujeres. Soy consciente de que si hay un género en el mundo del comic que puede hacerme feliz al 100%, darme exactamente eso que siempre estoy buscando como lector, ése es el de los super-héroes. Lo sé de la misma manera en que también asumo que sólo una mujer puede completar el espacio que mi corazón tiene reservado para el amor. Sin embargo, en la vida hay temporadas en que, por mucho que la inclinación que uno siente hacia las mujeres, de forma genérica, siga siendo indiscutible, no se encuentra a esa mujer en concreto, ésa y no otra, a la que amar. No tiene por qué ser algo necesariamente malo: tengo la convicción absoluta de que siempre se está mejor solo que mal acompañado. En lo que se refiere a los tebeos, lamento decir que me ocurre cada vez más a menudo y durante mayores lapsos de tiempo: los super-héroes no me enamoran. Sé lo que siento por el género, pero ninguna de sus más recientes concreciones consigue sublimar esa predisposición, llevarla a sus últimas consecuencias.

Y justo entonces, cuando empiezas a imaginarte el resto de tu vida como una canción de los Righteous Brothers, se enciende una chispa en el cielo. Una estrella te guiña un ojo. Y te enamoras una vez más.


Antes de nada, conviene aclarar que “Starman”, la serie de DC Comics creada por James Robinson (“La Edad de Oro”, “JSA”) y Tony Harris (“Ex Machina”), no es un tebeo estrictamente actual. Se publicó en EE.UU. en 81 números y unos cuantos especiales y spin-offs entre octubre de 1994 y agosto de 2001, y desde entonces hubo un par de intentos por parte de editoriales autóctonas (Zinco en primer lugar y Dolmen unos años después) de editarla en España, pero no fue hasta que Planeta de Agostini se hizo con los derechos de DC Comics para nuestro país (derechos que, por cierto, ya ha perdido en favor de ECC) que muchos pudimos leer la serie en su totalidad. Esta primera edición integral española, publicada de forma bimestral a lo largo de 2011, consta de seis voluminosos tomos que responden a cada uno de los omnibus de la última reedición norteamericana.


El concepto de Starman, no obstante, es bastante anterior. El personaje tuvo su primera encarnación, el astrofísico Ted Knight, en 1941. Desde entonces muchos personajes han utilizado la energía de las estrellas y el alias de Starman para enfrentarse al crimen. En el relanzamiento orquestado por Robinson y Harris el protagonista es Jack Knight, el díscolo hijo menor de Ted y un coleccionista compulsivo de memorabilia que siempre ha renegado del heroico legado familiar. Sin embargo, cuando su hermano David, último en el linaje de los Starman que defienden Opal City, sea asesinado por el anciano archienemigo de su padre, Jack se verá forzado a recoger el testigo (literalmente, el cetro cósmico de Starman) y a emprender una dubitativa carrera como super-héroe. El amateurismo de Jack, sumado a la tensa relación que le une a su padre (casi tan tensa como la que lo vinculaba a su hermano David), será el punto de partida que James Robinson utilizará para llevar a cabo una profunda investigación sobre la mitología del universo DC a través de uno de sus conceptos más recurrentes: la herencia super-heroica.


Varias evidencias asaltan al lector mientras se enfrenta a los miles de páginas que componen este “Starman”. En primer lugar, el enciclopédico conocimiento de su guionista sobre la continuidad del universo en que se mueven sus personajes. Docenas de héroes y villanos de DC se pasean por las viñetas de la colección generando la sensación de una interconexión real entre todos los recovecos del mundo fictico que habitan.

También resulta bastante obvia la voluntad de seguir las enseñanzas de quienes mejor (en términos cualitativos) han retratado ese universo antes que Robinson: Starman transpira reverencia hacia la “Doom Patrol” de Grant Morrison, “La Cosa del Pantano” de Alan Moore y “The Sandman” de Neil Gaiman. Desde pequeños guiños estilísticos hasta importantes ecos en la estructura central del relato, Robinson reconoce sin rubor la influencia capital de aquéllos que lo precedieron. Toda la saga “Las estrellas, mi destino”, por ejemplo, remite directamente al exilio espacial al que Moore condenó temporalmente al elemental vegetal anteriormente conocido como Alec Holland.


Otra de las señas de identidad de “Starman” es la progresiva evolución del sujeto protagonista de la colección. Partiendo de las vivencias de Jack Knight, a lo largo de los números Robinson consigue dotar a la cabecera de un marcado protagonismo coral. Los personajes secundarios que se arremolinan en torno al actual Starman acaban siendo, a la postre, tan importantes como él. El azulado alienígena Mikaal, el clan policial de los O'Dare, la encarnación más amable de Solomon Grundy o el villano reinsertado en la sociedad Bobo Benetti desarrollan sus propias tramas en paralelo a la evolución personal de Jack, y su influencia en el devenir de los acontecimientos resulta tan relevante como la del supuesto protagonista principal. Y luego está Shade (nada que ver con el hombre cambiante creado por Steve Ditko y maravillosamente re-inventado por Peter Milligan para el sello Vertigo): Shade el inmortal. Shade el ¿héroe? ¿villano? Shade el amigo de Oscar Wilde. Shade el cómplice de Howard Hughes. Shade el bastardo británico más carismático del universo DC, el secundario que hace suya la serie en cada aparición, el Omar Little de Opal City. Ese Shade.


Y, finalmente, la propia Opal. Como si fuera un personaje más, la ciudad imaginaria se revela como la niña bonita de James Robinson en “Starman”. Más aún que Metropolis en el micro-universo de Superman o Keystone City en el de Flash, tanto o más que Gotham en las desventuras del hombre murciélago, Opal es algo vivo. Una entidad urbana con alma propia, con idiosincrasia. El lector recorre sus calles junto a Jack y su historia junto a Shade, y termina amándola tanto como ellos. En cierto modo, Opal es el Macondo de DC, la familia Knight es su clan Buendía y el “Starman” de Robinson y Harris es su “Cien años de soledad”.


Pero no todo es perfecto en “Starman”, me temo. De hecho, ésta es una serie plagada de imperfecciones. La ¿inevitable? irregularidad en el interés de las tramas es una de ellas. El baile de dibujantes, como viene siendo habitual en las series mainstream de largo recorrido, otra: Tony Harris abandona la colección en el número 45 por diferencias creativas y su sustituto definitivo, Peter Snejbjerg, no parece encontrarse a gusto hasta que consigue convertirse también en su propio entintador (algo que no sucederá hasta la última veintena de capítulos). También persiste, una vez leída la colección en su totalidad, la sensación de que las fantasiosas respuestas que Robinson se saca a veces de la manga son algo caprichosas, evidenciando que el guionista británico está infinitamente más capacitado para plasmar convincentemente las relaciones entre personajes que para los conceptos puramente ciencia-ficcioneros, donde propone soluciones tirando a infantiles.


Honestamente, al final tampoco es que importe demasiado. Al contrario que las series a las que Robinson pretende imitar, “Starman” no es una obra cerebral. De hecho, “Starman” es cualquier cosa menos cerebral. Su disfrute proviene de algo que pocas series de super-héroes tienen hoy en día: corazón. Confieso haber derramado un par de lágrimas leyendo el último tomo de la recopilación llevada a cabo por Planeta. Tras 81 irregulares números, las amenazas mortales, los viajes interplanetarios y las hazañas sobre-humanas se desdibujan en la memoria del lector para dejar paso a las relaciones familiares, románticas y de amistad de Jack Knight. “Starman” atesora en sus páginas momentos realmente hermosos, escenas con un profundo significado emocional. La clase de hondura que no es en absoluto exclusiva de los tipos cachas con pijama. Más bien al contrario: es la huella de lo humano. La esencia de lo que significa ser padre, ser hijo, ser hermano, ser amigo, ser pareja. Algo con lo que todos somos susceptibles de sentirnos identificados. En lo que podemos, a pequeña escala, ser los héroes o villanos de nuestras propias aventuras.

Y es por ello que “Starman” resulta un comic tan fácil de amar.