sábado, febrero 04, 2012

Escrito en las estrellas

"(...)
He'd like to come and meet us
But he thinks he'd blow our minds
(...)”

(“Starman”. De David Bowie, por supuesto)


Estoy enamorado de los super-héroes. Del mismo modo en que, por ejemplo, amo a las mujeres. Soy consciente de que si hay un género en el mundo del comic que puede hacerme feliz al 100%, darme exactamente eso que siempre estoy buscando como lector, ése es el de los super-héroes. Lo sé de la misma manera en que también asumo que sólo una mujer puede completar el espacio que mi corazón tiene reservado para el amor. Sin embargo, en la vida hay temporadas en que, por mucho que la inclinación que uno siente hacia las mujeres, de forma genérica, siga siendo indiscutible, no se encuentra a esa mujer en concreto, ésa y no otra, a la que amar. No tiene por qué ser algo necesariamente malo: tengo la convicción absoluta de que siempre se está mejor solo que mal acompañado. En lo que se refiere a los tebeos, lamento decir que me ocurre cada vez más a menudo y durante mayores lapsos de tiempo: los super-héroes no me enamoran. Sé lo que siento por el género, pero ninguna de sus más recientes concreciones consigue sublimar esa predisposición, llevarla a sus últimas consecuencias.

Y justo entonces, cuando empiezas a imaginarte el resto de tu vida como una canción de los Righteous Brothers, se enciende una chispa en el cielo. Una estrella te guiña un ojo. Y te enamoras una vez más.


Antes de nada, conviene aclarar que “Starman”, la serie de DC Comics creada por James Robinson (“La Edad de Oro”, “JSA”) y Tony Harris (“Ex Machina”), no es un tebeo estrictamente actual. Se publicó en EE.UU. en 81 números y unos cuantos especiales y spin-offs entre octubre de 1994 y agosto de 2001, y desde entonces hubo un par de intentos por parte de editoriales autóctonas (Zinco en primer lugar y Dolmen unos años después) de editarla en España, pero no fue hasta que Planeta de Agostini se hizo con los derechos de DC Comics para nuestro país (derechos que, por cierto, ya ha perdido en favor de ECC) que muchos pudimos leer la serie en su totalidad. Esta primera edición integral española, publicada de forma bimestral a lo largo de 2011, consta de seis voluminosos tomos que responden a cada uno de los omnibus de la última reedición norteamericana.


El concepto de Starman, no obstante, es bastante anterior. El personaje tuvo su primera encarnación, el astrofísico Ted Knight, en 1941. Desde entonces muchos personajes han utilizado la energía de las estrellas y el alias de Starman para enfrentarse al crimen. En el relanzamiento orquestado por Robinson y Harris el protagonista es Jack Knight, el díscolo hijo menor de Ted y un coleccionista compulsivo de memorabilia que siempre ha renegado del heroico legado familiar. Sin embargo, cuando su hermano David, último en el linaje de los Starman que defienden Opal City, sea asesinado por el anciano archienemigo de su padre, Jack se verá forzado a recoger el testigo (literalmente, el cetro cósmico de Starman) y a emprender una dubitativa carrera como super-héroe. El amateurismo de Jack, sumado a la tensa relación que le une a su padre (casi tan tensa como la que lo vinculaba a su hermano David), será el punto de partida que James Robinson utilizará para llevar a cabo una profunda investigación sobre la mitología del universo DC a través de uno de sus conceptos más recurrentes: la herencia super-heroica.


Varias evidencias asaltan al lector mientras se enfrenta a los miles de páginas que componen este “Starman”. En primer lugar, el enciclopédico conocimiento de su guionista sobre la continuidad del universo en que se mueven sus personajes. Docenas de héroes y villanos de DC se pasean por las viñetas de la colección generando la sensación de una interconexión real entre todos los recovecos del mundo fictico que habitan.

También resulta bastante obvia la voluntad de seguir las enseñanzas de quienes mejor (en términos cualitativos) han retratado ese universo antes que Robinson: Starman transpira reverencia hacia la “Doom Patrol” de Grant Morrison, “La Cosa del Pantano” de Alan Moore y “The Sandman” de Neil Gaiman. Desde pequeños guiños estilísticos hasta importantes ecos en la estructura central del relato, Robinson reconoce sin rubor la influencia capital de aquéllos que lo precedieron. Toda la saga “Las estrellas, mi destino”, por ejemplo, remite directamente al exilio espacial al que Moore condenó temporalmente al elemental vegetal anteriormente conocido como Alec Holland.


Otra de las señas de identidad de “Starman” es la progresiva evolución del sujeto protagonista de la colección. Partiendo de las vivencias de Jack Knight, a lo largo de los números Robinson consigue dotar a la cabecera de un marcado protagonismo coral. Los personajes secundarios que se arremolinan en torno al actual Starman acaban siendo, a la postre, tan importantes como él. El azulado alienígena Mikaal, el clan policial de los O'Dare, la encarnación más amable de Solomon Grundy o el villano reinsertado en la sociedad Bobo Benetti desarrollan sus propias tramas en paralelo a la evolución personal de Jack, y su influencia en el devenir de los acontecimientos resulta tan relevante como la del supuesto protagonista principal. Y luego está Shade (nada que ver con el hombre cambiante creado por Steve Ditko y maravillosamente re-inventado por Peter Milligan para el sello Vertigo): Shade el inmortal. Shade el ¿héroe? ¿villano? Shade el amigo de Oscar Wilde. Shade el cómplice de Howard Hughes. Shade el bastardo británico más carismático del universo DC, el secundario que hace suya la serie en cada aparición, el Omar Little de Opal City. Ese Shade.


Y, finalmente, la propia Opal. Como si fuera un personaje más, la ciudad imaginaria se revela como la niña bonita de James Robinson en “Starman”. Más aún que Metropolis en el micro-universo de Superman o Keystone City en el de Flash, tanto o más que Gotham en las desventuras del hombre murciélago, Opal es algo vivo. Una entidad urbana con alma propia, con idiosincrasia. El lector recorre sus calles junto a Jack y su historia junto a Shade, y termina amándola tanto como ellos. En cierto modo, Opal es el Macondo de DC, la familia Knight es su clan Buendía y el “Starman” de Robinson y Harris es su “Cien años de soledad”.


Pero no todo es perfecto en “Starman”, me temo. De hecho, ésta es una serie plagada de imperfecciones. La ¿inevitable? irregularidad en el interés de las tramas es una de ellas. El baile de dibujantes, como viene siendo habitual en las series mainstream de largo recorrido, otra: Tony Harris abandona la colección en el número 45 por diferencias creativas y su sustituto definitivo, Peter Snejbjerg, no parece encontrarse a gusto hasta que consigue convertirse también en su propio entintador (algo que no sucederá hasta la última veintena de capítulos). También persiste, una vez leída la colección en su totalidad, la sensación de que las fantasiosas respuestas que Robinson se saca a veces de la manga son algo caprichosas, evidenciando que el guionista británico está infinitamente más capacitado para plasmar convincentemente las relaciones entre personajes que para los conceptos puramente ciencia-ficcioneros, donde propone soluciones tirando a infantiles.


Honestamente, al final tampoco es que importe demasiado. Al contrario que las series a las que Robinson pretende imitar, “Starman” no es una obra cerebral. De hecho, “Starman” es cualquier cosa menos cerebral. Su disfrute proviene de algo que pocas series de super-héroes tienen hoy en día: corazón. Confieso haber derramado un par de lágrimas leyendo el último tomo de la recopilación llevada a cabo por Planeta. Tras 81 irregulares números, las amenazas mortales, los viajes interplanetarios y las hazañas sobre-humanas se desdibujan en la memoria del lector para dejar paso a las relaciones familiares, románticas y de amistad de Jack Knight. “Starman” atesora en sus páginas momentos realmente hermosos, escenas con un profundo significado emocional. La clase de hondura que no es en absoluto exclusiva de los tipos cachas con pijama. Más bien al contrario: es la huella de lo humano. La esencia de lo que significa ser padre, ser hijo, ser hermano, ser amigo, ser pareja. Algo con lo que todos somos susceptibles de sentirnos identificados. En lo que podemos, a pequeña escala, ser los héroes o villanos de nuestras propias aventuras.

Y es por ello que “Starman” resulta un comic tan fácil de amar.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Tiene muy buena pinta. Varias de las portadas son del mismo guionista, Robinson, ¿no? ¡La de los villanos me parece cojonuda!
Ah, por cierto, Aaaaaalan Moore ya se ha pronunciado con respecto al lanzamiento de "Before Watchmen"... ¡¡Y está que trina!! (como todos)

Fdo: Tu porca ;)

Mr. Jones dijo...

Muy buen artículo, final emocionante!
Enhorabuena!

Yo compré los números de zinco y coincido contigo en el análisis de la obra que planteas pese a haber leido sólo esos primeros números

Jero Piñeiro dijo...

Mi porca: son dos Robinson distintos. El guionista se llama James (y tiene una miniserie estupenda titulada "La Edad de Oro" que seguro puedes encontrar por ahí en un bonito tomo recopilatorio) y el portadista Andrew. Lo que ya no sé es si serán familia, aunque lo dudo. "Starman" mola, no hay duda, aunque me suena que aún no te habías pillado "The Sandman" y, puestos a hacerte una recomendación (a ti en concreto), yo te diría que le dieras caña a la obra de Gaiman antes que a ésta. El precio de ambas ediciones de Planeta es similar y el comic protagonizado por Morfeo es la definición perfecta de "must-have". Lo de Moore lo comenté hace poco en el Facebook. Y si no, AQUÍ también hablamos del tema.

Mr. Jones: gracias por el elogio. Me alegro de que te haya gustado. Los primeros números de la serie, esos que en su día publicó Zinco, ya daban pistas sobre los derroteros que acabaría siguiendo la colección. Con todo, yo creo que los últimos capítulos (los del sexto tomo recopilatorio de Planeta) son los mejores con bastante diferencia. Es un placer (poco habitual, me temo) cuando una serie que te gusta consigue terminar de la mejor forma posible.

Anónimo dijo...

Porca a sempai, porca a sempai: El "hombre de arena" ya está en el saco-repito-el "hombre de arena" ya está en el saco-cambio y corto

Jero Piñeiro dijo...

Qué envidia, Porca, poder leer "The Sandman" por primera vez... Yo me la releí del tirón en cuestión de días, hará unos meses, y descubrí que algunas cosas que me habían gustado mucho en el pasado (las más ligadas a sorpresas argumentales, supongo) ya no me molaban tanto, pero que otras que me habían pasado más desapercibidas se revelaban ahora geniales. Disfrútala.